En Veracruz, es muy probable que los genios de la (in)comunicación que al parecer asesoran a la Gobernadora le recomendaron que hiciera uso de esa facilidad que permite el idioma y la hicieron decir lo del infarto de la profesora Irma Hernández Cruz, secuestrada y asesinada por un comando del crimen organizado, o lo del “ligero desbordamiento” del río Cazones que inundó a Poza Rica y a miles de familias.
Las pifias de sus consejeros y la pésima imagen que se estaba formando la ingeniera Rocío Nahle apenas en el primer año de su administración seguramente la hicieron recapacitar y recordar el dicho que es de sabios cambiar de opinión. Así, en la reciente comparecencia de la titular del Ejecutivo ante la LXVII Legislatura pudimos ver a una persona juiciosa, educada, respetuosa, risueña, amable. Desde la tribuna la vimos contestar con argumentos y no con insultos o malas razones; la escuchamos reconocer errores de integrantes de su equipo de trabajo; le agradecimos que aceptara la crítica esbozada por los diputados de oposición sin hacerles acusaciones elevadas de tono.
Dejó a un lado los eufemismos y pasó a hablar de realidades. Vimos a una gobernante como merece la altura del pueblo de Veracruz. Y a todos les pareció algo positivo.
Es indudable que la cordialidad es una de las armas más efectivas para lograr la simpatía de un pueblo. Isaac Asimov hizo decir a algún personaje de sus novelas que la violencia es el último recurso que emplean los sabios, porque es el más oneroso en todo tipo de recursos: financieros, emocionales, físicos.
Doña Rocío Nahle está mostrando que es una mujer inteligente. Y eso es bueno para Veracruz.
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