Mientras otros alcaldes prefieren el enfrentamiento como estrategia de supervivencia, él optó por algo que hoy parece revolucionario: gobernar con seriedad, institucionalidad y respeto. Incluso con un gobierno estatal de signo político distinto, con la hoy gobernadora Rocío Nahle García, privilegió el diálogo, la coordinación y un trato cordial, alejándose del berrinche opositor que tanto ha dañado al PAN. No se dobló, pero tampoco se rompió. Eso también es política.
Y aunque el apellido inevitablemente lo ha colocado bajo la sombra del llamado Clan Yunes de Boca del Río, su gestión ha empezado a marcar una diferencia propia. No fue un simple administrador de herencia política. Mostró capacidad técnica, oficio administrativo y control político. En tiempos donde muchos solo simulan gobernar, él gobernó.
Por eso hoy resulta inevitable plantear una pregunta incómoda para la propia estructura del panismo veracruzano: ¿por qué alguien con este perfil no está encabezando la reconstrucción del PAN en Veracruz? Un partido devastado, sin rumbo, sin narrativa, sin identidad y, lo más grave, sin credibilidad social. El PAN cayó no solo por los ataques de enfrente, sino por su propia incapacidad para regenerarse.
De Unanue ha dicho que no aspira. Y se le cree. Precisamente por eso su nombre cobra aún más fuerza. Porque no se mueve por la ambición vulgar del cargo, sino por una lógica de responsabilidad pública. Sería —si el PAN tuviera visión— un extraordinario perfil para una diputación local plurinominal, pero, sobre todo, para asumir tareas de reconstrucción real desde el Comité Ejecutivo Estatal. No como figura decorativa, sino como operador político de fondo.
Veracruz necesita oposición con estatura. No francotiradores de redes sociales, no políticos de berrinche, no caciques reciclados. Necesita liderazgos con formación, con resultados y con palabra. Y en ese sentido, hoy por hoy, Juan Manuel de Unanue está varios escalones arriba del promedio panista.
Su principal activo no es la obra, que ahí está. No es la estabilidad administrativa, que también se siente. Es algo más escaso: la confianza construida desde la congruencia. En un entorno donde muchos prometen y pocos cumplen, él cumplió. Donde muchos gritan, él resolvió. Donde muchos traicionan, él honró su palabra.
Tal vez por eso incomoda. Porque exhibe a quienes usan el discurso panista como refugio personal. Porque demuestra que sí se puede gobernar sin escándalos, sin persecuciones, sin pleitos con el poder estatal. Porque deja claro que la oposición no tiene que ser sinónimo de sabotaje, sino de equilibrio.
Hoy, cuando el PAN de Veracruz parece más un archivo de viejas glorias que una opción de futuro, De Unanue representa una anomalía positiva. Y como todas las anomalías en la política, o se aprovechan… o se destruyen.
El peor error del panismo sería seguir apostando por lo mismo. El mayor acierto sería escuchar a quienes sí han dado resultados. Boca del Río ya dio una señal. Falta que el PAN tenga la inteligencia de entenderla.
Al tiempo.
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