II
Dice Flavino Ríos Alvarado que están identificadas las personas que sacaron del hospital al asaltante para golpearlo y llevarlo al parque Juan Moctezuma y Cortés. A pesar de ser rescatado de la turba, debido a los golpes y lesiones, el infractor falleció.
Hace casi 20 años, las autoridades enfocaron sus baterías contra Sergio Madrigal González, médico veterinario que fue acusado por las autoridades ministeriales por incitar al linchamiento del violador y asesino de Ana María.
De acuerdo al testimonio del mismo Madrigal, sólo quiso documentar el hecho, incluso, pedía un juicio justo para Rodolfo Soler Hernández, vecino de esa comunidad, señalado, acusado y juzgado por el pueblo. No pudo evitar que muriera quemado amarrado a un árbol.
Creo que quienes vimos en aquella ocasión ese video transmitido, si no mal recuerdo, por TV Azteca, nos estremecían los gritos del juzgado por la gente de Tatahuicapa.
III
A lo que la memoria me dicta, recuerdo que uno de los argumentos que tuvo un juez para condenar a Sergio Madrigal fue que “era el más preparado” entre los involucrados para poder evitar ese linchamiento.
Para muchos, la cárcel del médico veterinario era una forma de castigar “la exhibida” que el video dio a Veracruz.
Un Fuente Ovejuna que se combinaba con la frase de Silverio López Reyes: “Si el pueblo no hace justicia, nadie la procura”. ¿Justicia por propia mano?
Bueno, es que en el caso de Tatahuicapa, comunidad de Playa Vicente, Rodolfo Soler Hernández, de acuerdo a los vecinos, era ya un tipo problema. Había estado en la cárcel por diversos delitos como violación, abigeato y robo, pero de manera sorprendente, siempre alcanzaba demasiado pronto la libertad.
En el caso de Zongolica, los asaltantes no eran de la zona, o al menos uno de ellos, al que ubican como poblano. He de suponer que el que se dio a la fuga era veracruzano, para intrincarse en Zongolica y buscar dinero fácil en la Caja Popular de este lugar al lado de su cómplice…
IV
Han pasado casi 20 años del caso de Tatahuicapa y por ahí, entre los documentos de algún juzgado, de algún ministerio público, debe de estar un acta que el pueblo levantó y recabó firmas para proceder a castigar a quien había violentado la paz en este lugar, no una, sino varias veces, y que por culpa de las autoridades, que por algunos pesos, jamás se le aplicó la justicia.
En el pueblo tenían claro que dependiendo del delito, se le corría o se le mataba.
En Zongolica no hubo tal acta, hubo un acto de indignación, por los muertos, por la mujer herida, o por el cansancio de un pueblo que vive un día de furia, mientras que los linchamientos ya son “consuetudinarios”, como lo es la inseguridad nuestra de cada día en este Veracruz, que no tiene para cuándo concluya…
De la literatura a la realidad, estimado secretario de Gobierno, sólo median los nombres de tres responsables: Tatahuicapa, Zongolica y Fuente Ovejuna… ¡no hay mucho que investigar!
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