La Comisión Nacional de Justicia Partidaria del PRI dio entrada a una solicitud del consejero nacional Armando Barajas para expulsar de ese organismo político a los gobernadores de Veracruz, Javier Duarte; de Chihuahua, César Duarte, y de Quintana Roo, Roberto Borge, tomando como principal argumento los señalamientos que todos ellos tienen por corrupción.
El dirigente nacional de los priistas, Enrique Ochoa Reza, instruyó al titular de dicha Comisión, Fernando Elías Calles, para que se hiciera público el procedimiento respecto a la solicitud para expulsar a los tres gobernadores.
Desde su discurso de toma de posesión como nuevo dirigente nacional partidista, Ochoa Reza anunció que para recuperar la confianza de la ciudadanía y romper con prácticas ilegales, crearía un órgano anticorrupción al interior del PRI, fiscalizaría la actuación de los gobernantes emanados de ese partido y, de ser necesario, pediría su destitución.
En una lógica simplista, Enrique Ochoa pretende limpiar primero la casa, antes de cuestionar la actuación de gobernantes surgidos de otras fuerzas políticas. El problema es que se está enviando al electorado un mensaje muy peligroso, con miras a la sucesión del 2018: Que la corrupción en el PRI es generalizada, lo que terminará por desplomar una marca (PRI) que ya de por sí está bastante devaluada.
La incongruencia resalta cuando el propio dirigente priista señala como "el mejor activo del PRI" al Presidente Enrique Peña Nieto, el mismo que terminó por admitir que "se equivocó" en el tema de la tristemente célebre "Casa Blanca" de su esposa y que le pidió disculpas a los mexicanos.
Enrique Ochoa en su discurso de toma de posesión sostuvo: “Cuando uno de nuestros militantes le falla a la sociedad y se corrompe, lastima profundamente al partido y a todo el resto de sus militantes y simpatizantes, nos lastima a todos”.
Así, con la misma firmeza con la que desdeña los errores de su amigo, el Presidente, ahora embiste contra gobernantes priistas a los que se ha señalado (mas no condenado) por presuntos actos de corrupción.
No faltará quien piense que la opción para esos tres gobernadores, a punto de ser crucificados, sea salir a admitir que "se equivocaron" y pedirles disculpas a sus gobernados.
Es obvio -sin embargo- que no serán medidos con la misma vara que al primer priista del país.
Pero ese no ha sido el único problema. Ochoa Reza debió suponer que tras su "valiente postura" de avanzar en un ejercicio de auto-crítica, sus pares de otras fuerzas políticas se apresurarían a seguir su ejemplo.
Ingenuo.
Lo que han hecho en el PAN y en el PRD ha sido solazarse con el canibalismo priista y esperar pacientes a que se despedacen entre los tricolores mientras ellos siguen avanzando rumbo a la sucesión presidencial.
¿La corrupción en el PAN y en el PRD?
Ese no es tema ahora. Hoy los gobernadores de Veracruz, Chihuahua y Quintana Roo, además del exgobernador de Nuevo León, todos priistas, son los mejores distractores.
Seguro que los Duarte, Borge y Medina le están diciendo al dirigente de su partido: "¡No nos ayudes, compadre!".
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