Pero el tema se tornó aún más grave luego de que trascendieran los mensajes de Abella a Zavaleta. En un correo electrónico, enviado desde la cuenta salvadorabella@aol.com bajo el título “Reporteros Coludidos con el Crimen”, se incluyeron fotografías viejas del corresponsal de Proceso en Veracruz y del reportero porteño Andrés Salomón –que ninguna vela tenía en este asunto- con rifles de alto poder en las manos, que fueron tomadas en eventos públicos del rubro de la seguridad. En una de las fotos incluso se ven claramente elementos de la Fuerza Civil del estado presentes.
Dicho correo –del que José Abella se deslindó en su Facebook, pues la cuenta lleva el nombre de su hermano Salvador, con quien no lleva buena relación- fue retomado y difundido masivamente desde una de las cuentas apócrifas manejadas por los sicarios cibernéticos del gobierno de Javier Duarte, y en donde se escribió, entre otras cosas, que “Abella vuelve una vez más a amenazar a reporteros, pero ahora les da una sopa de su propio chocolate el exhibir (sic) fotografías en donde les dice que tanto hablan de violencia y de muerte de periodistas, y ellos son los principales en estar mezclados y maiceados por los malosos (sic)”.
La intención de relacionar a estos periodistas con el crimen organizado es manifiesta, dolosa y sumamente peligrosa. En el río revuelto del fin de sexenio, cuando el vacío de poder y autoridad ha generado una violencia que se sale de control en varias regiones de la entidad, la irresponsable perversidad del régimen duartista al difundir esta clase de infamias, aunada a la impunidad con que el pseudoempresario periodístico cordobés continúa hostigando periodistas que le dicen sus verdades, crean un escenario de alto riesgo para los dos compañeros involucrados, así como para el gremio periodístico en general.
Y resulta por lo menos desconcertante que, a pesar de la profusa difusión de estos hechos, no haya una sola palabra de condena de parte del gobernador electo Miguel Ángel Yunes Linares, con quien José Abella presume de mantener una relación cercana.
Uno de los mandatos de la elección del 5 de junio en Veracruz fue, precisamente, poner fin al horror y a la violencia contra los periodistas, misma que ha propiciado 19 asesinatos de reporteros en este sexenio. Como resulta evidente, nada ha cambiado aún.
Los periodistas veracruzanos sabemos exactamente qué esperar de Javier Duarte en ese sentido: lo peor. Y por ello, ya ni siquiera se le pide nada, es inútil. En el caso de Miguel Ángel Yunes Linares, aún no sabemos qué esperar. Pero algo es seguro. No habrá silencio ni resignación si la violencia persiste, en cualquiera de sus variantes. Es parte del cambio que le ordenaron los ciudadanos en las urnas.
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