Fue así como alcanzaron puestos relevantes, obtuvieron direcciones en este gobierno, liderazgos sindicales, suplencias de diputaciones y senadurías, y hasta diputaciones y alcaldías; todo ello acompañado de riquezas. Las rameras no entregan nada si no hay oro a cambio.
Tan a gusto se sintieron en su papel de consortes que no tenían empacho en comentar sus enredos sexuales. De tal modo que eso les abría puertas; la presunción de ser la amante del “número uno” permitía que los demás se cuadraran ante la que le susurraba al oído en la cama algunas cosas al sujeto en el poder.
El sujeto en el poder no desmentía tales rumores por más falsos que fueran, pues esos rumores lo colocaban como el “macho alfa” de la política en Veracruz; mejor que se rumore sobre su virilidad, que sobre sus debilidades. El día que alguna de esas debilidades salió a la luz, besar por ejemplo a un hombre viejo en una borrachera, puso en tela de juicio su calidad de “macho alfa”.
Todo esto viene al caso porque las mujeres que no se sometían a los caprichos de esta camarilla, o que no sometían a las disposiciones de un gobierno machista, eran vistas con desconfianza. Si todavía una mujer era capaz de obtener voz propia, fuerza moral y arrastre, la camarilla de políticos caprichosos se le iban encima.
Maryjose Gamboa nunca se sometió a los caprichos de un gobierno que esperaba de ella alabazas gratuitas. Así lo hacían muchas comunicadoras al servicio de Gina Domínguez. ¿Quién era ésta que osaba no someterse a la verdad oficial? ¿Quién era ésta que reportaba sobre matanzas, sobre la inseguridad que vivían los veracruzanos? ¿Quién era esta que miraba desnudo a un gobernador corrupto, cuando todas le decían que se veía espléndidamente arropado?
Es por ello que el mismo Alberto Silva, una vez que llegó a Comunicación Social, una vez que advirtió que había una mujer con voz crítica, quiso someterla pero no pudo.
La tragedia, desafortunadamente acaeció a esta mujer. Entonces Silva aprovechó la oportunidad. Como animal de carroña buscó la manera de hacer ver a la periodista como una criminal decidida. Es por ello que ante la súplica de detener su odio hacia ella el mismo Silva profirió: “No sólo no la vamos a ayudar, sino que la vamos a chingar más; la vamos a mandar a Tuxpan y le vamos a quitar a la hija” ¿De dónde tanto odio?
Maryjose mostraba la desnudez moral de Duarte; Maryjose mostraba la vileza de Alberto Silva; Maryjose Gamboa era emblema de que la mujer no se puede someter a los caprichos de una camarilla enferma.
MaryJose Gamboa ha salido triunfante de todas las adversidades que estos sujetos viles le han fabricado. Ahora la sentencian. ¿Qué sentirán esos sujetos cuando se enteren que ni con esto la verán derrotada? ¡Pobres diablos!
Armando Ortiz aortiz52@hotmail.com |