Hace unos días empecé a escribir un relato breve. Mostré las primeras líneas a ciertas personas, y una me comentó que empezaba muy pesimista, casi apocalíptico. Le dije que esperara a que lo terminara, aún estoy afinándolo, sobre todo el final, como aquellos versos de Williams Deer: “Al final, el fin/ Al fin, el final”. Dicen que lo que empieza termina, y lo que mal empieza, mal acaba… sabia virtud de conocer el tiempo… No, no, no, ya me metí en otro rollo, ustedes disculpen, porque si disculpamos y dejamos que pasen sin más las estupideces que dicen y hacen los políticos y autoridades, creo que un servidor ya la libró. ¿O me hace falta la Tesis comprada en Tepito?
El referido relato empieza así: “¿Cómo vivir en un presente que se derrumba? Sabes que no habrá pronto pasado ni futuro. Nada”. ¿Nada? Bueno, depende de la vara con que mides y del cristal con que mires. Al final, lo que muere al último es la esperanza, dicen. ¡Vaya espejismo! En estos tiempos, la esperanza ya está muerta, y sólo nos queda decir: ¡sálvese quien pueda!, o de que lloren en mi casa, mejor en la tuya. Morimos solos y en soledad –no es lo mismo, ¿eh?-, sin que nos den la mano o nosotros la tendamos pa’ ayudar tantito y que renazca esa esperanza. Pero no es mi intención darles un sermón, menos ahora con el peligro proctológico, mucho menos con el aborto… ¡Dios nos agarre confesados! Por cierto, ¿por qué no sancionan al pito que deja embarazada a la chica sin su consentimiento? (Aquí hay mucho de qué dialogar, pero unos somos mudos, otros sordos, aquellos ciegos, estos valemadristas… ¿Quién tira la primera piedra?).
Hay de animales a bestias. De acuerdo a estudios recientes, “la cooperación es considerada un elemento clave que separa a los humanos de otras especies animales, pero nuestros primos cercanos, los chimpancés, también pueden trabajar en equipo. (…) Los chimpancés son cinco veces más propensos a cooperar que a rivalizar, y encuentran los medios para desalentar a los haraganes”. (La Jornada/23-08-16). Y nosotros matándonos unos a otros… “a ver quien la tiene más grande…”, como canta Joan Manuel Serrat.
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Cuanto más conozco a la gente, más amo a mi perro. Insisto, la humanidad se está deshumanizando y quedamos hecho nada –iba a decir hecho mierda. ¿Ahora lo relacionan con el principio del relato? En su libro La carrera hacia ningún lugar, Giovanni Sartori se pregunta en torno a “diez temas determinantes de la actualidad: la crisis de la política, los borrosos límites entre la libertad y la dictadura, el choque cultural y de civilizaciones entre el islam y el cristianismo, la “guerra contra el terror”, el sistema electoral perfecto, la ola de inmigración y el derecho a la ciudadanía, y la delicada cuestión de cuándo la vida biológica se convierte en verdaderamente humana”. (sinembargo.mx). Luego lo comentamos.
Mi tocayo Arturo Pérez-Reverte, en Perros e hijos de perra, comenta en un pasaje: “…tuve una certeza: a esa edad [habla de unos niños de cinco años que atraviesan una calle] no importa que seamos capaces de lo peor. No importan la infelicidad, el error, la muerte y la derrota. No importa que a menudo nos veamos atrapados en una broma de mal gusto diseñada por el azar o por un relojero cósmico desprovisto de sentimientos. A cada instante se pone a cero el contador, y el ser humano tiene un don maravilloso: la oportunidad de empezar, e intentarlo de nuevo”.
Una vez más: resucitemos. |