El caso es que, según la misma versión que da el Secretario de Gobernación, Duarte de Ochoa le perjuró que no tenía nada que ver con las acusaciones por corrupción que le caían por todos lados, y que la respuesta del funcionario federal fue que eso debía “enfrentarlo ante la justicia”.
Pues no sólo no enfrentó nada, sino que tres días después de ese encuentro en la Secretaría de Gobernación, y con una orden de aprehensión ya para entonces en curso, Javier Duarte desapareció. A la hora de escribirse estas líneas, sigue sin saberse nada acerca de su paradero.
Es altamente improbable que Javier Duarte haya acudido a Gobernación solamente para anunciar su “inmolación” voluntaria, luego de que por meses, tras la derrota priista en la elección por la gubernatura, se resistió con todos los recursos a su alcance a dejar el cargo, pues lo que sucedería después de eso era más que previsible y lo hemos atestiguado desde hace semana y media: ahora ninguno de los que se beneficiaron durante su mandato lo reconoce como “amigo” y hasta se “avergüenzan” de él, mientras el linchamiento mediático –ganado a pulso- está a todo lo que da.
No hay manera de probar el supuesto de que Osorio Chong y Duarte de Ochoa habrían convenido la fuga del segundo, pues ni siquiera tendría sentido. Si el ex gobernador no es capturado y llevado ante la justicia, el costo político será por entero para el Gobierno Federal. No parece que fuera un arreglo ya no digamos ventajoso, sino siquiera inteligente para quien tiene el sartén por el mango y al aparato de justicia en sus manos.
Menos aún, cuando desde la Procuraduría General de la República no ha dejado de fluir información -alguna incluso inédita, como las “inversiones” de Javier Duarte en Campeche- sobre la rampante corrupción de su administración. No se ve, al menos con claridad, que el objetivo sea dejarlo escapar.
Pero tampoco es creíble que con semejante facilidad, Javier Duarte se haya esfumado. No cuando ya tenía a todo el aparato federal encima y era sólo cuestión de tiempo para que procedieran en su contra.
Nos lo preguntamos desde el mismo 12 de octubre, cuando Javier Duarte de Ochoa solicitó formalmente licencia. ¿Qué negociaron él y Osorio Chong para que dejara la gubernatura? Seguimos sin saberlo. Aunque no deja de llamar la atención que los hechos de violencia disminuyeron desde entonces en territorio veracruzano.
Este martes, después de que el PRI anuncie su “veredicto” sobre el proceso de expulsión de sus filas de quien en algún tiempo representó, según el presidente Enrique Peña Nieto, una de las “caras nuevas” de ese partido, quizás tengamos más pistas sobre cuál será el derrotero que tomarán los acontecimientos. Por lo pronto, Osorio Chong le dijo a López Dóriga que “nadie se puede esconder para siempre”.
A menos que se lo permitan.
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