Hoy no fue así. Elementos de Seguridad Pública, con la presencia de visores de Derechos Humanos, los obligaron a liberar la avenida Lázaro Cárdenas de Xalapa y se llevaron arrestados a los cabecillas. Horas más tarde el resto de los manifestantes se trasladó al centro de la ciudad y bloquearon la avenida Enríquez. Un llamado de atención de funcionarios del gobierno estatal fue suficiente para que se replegaran a la plaza Lerdo y permitieran la circulación vehicular.
¡Bien!
Donde sigue trastabillando Miguel Ángel Yunes linares es en el tema financiero.
Bien dicen que más pronto cae un hablador que un cojo.
Fue a principios de noviembre, cuando se acercó al Presidente Enrique Peña Nieto para “exigirle” (no solicitarle, no pedirle) que entrara al rescate financiero de Veracruz.
Con la cortesía que le caracteriza, Peña Nieto le dijo a Yunes Linares que estaba preocupado por la situación en esta entidad y en ese momento dio instrucciones para que tanto Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, como José Antonio Meade, titular de Hacienda, lo recibieran y buscaran juntos “la mejor solución” a los problemas del estado.
Con Osorio, viejo amigo y cómplice desde los tiempos en los que ambos se cobijaban bajo la sombra de Elba Esther Gordillo, Yunes Linares consiguió respaldo político y en materia de seguridad.
Con Meade, sin embargo, la respuesta fue desfavorable: El gobierno federal no tiene mecanismos jurídicos para “rescatar” las finanzas de Veracruz y lo más que puede hacer es auxiliarlo en la negociación de créditos de corto plazo que le permitan salir de los compromisos más urgentes.
“De ninguna manera nos endeudaremos para pagar los fraudes y robos”, respondió ofendido Miguel Ángel Yunes.
Este lunes el gobernador de Veracruz salió a anunciarles a los veracruzanos que la administración estatal se encontraba en “emergencia financiera”. Para dar un ejemplo de la gravedad de la situación, dijo que para pagar salarios, aguinaldos y pensiones este mes, requería 10 mil millones de pesos, y sólo tenía 3 mil millones.
Ahí fue donde tuvo que comerse sus palabras: Anunció que contratará crédito de corto plazo “para enfrentar los compromisos de fin de año”.
En realidad nada de lo que dijo este lunes Yunes Linares es nuevo. La propia Clementina Guerrero había declarado antes: “Si el gobierno de Veracruz fuera una empresa, ya estaría quebrada”.
El anuncio de que los miembros de su equipo y él mismo no habrán de cobrar sus salarios hasta que se cubran los de la burocracia y el magisterio, no es más que una pose populista. En nada alivia a los hogares de los empleados del gobierno saber que alguien como él, que goza de una condición económica boyante (gracias al atinado manejo financiero de su hijo Omar, responsable de las finanzas de la familia) no cobrará su salario.
Tampoco debe olvidar que un servidor público mal pagado es proclive a la corrupción. Peor si ni siquiera le pagan.
Pero el gobernador de Veracruz aprovechó ese gesto de “humildad y sacrificio” para anunciar que a los trabajadores del gobierno les pagará “lo más posible” este mes, pero que habrá de tardar hasta los primeros meses del próximo año para saldar la totalidad de sus salarios y prestaciones.
No hay que perder de vista que hasta el último día de la pasada administración, con bloqueos de calles, tomas de oficinas y con interminables manifestaciones, se cubrió hasta el último centavo de los compromisos salariales. Ahí está la titular de Finanzas que fue testigo y protagonista de ese monumental esfuerzo.
A los proveedores les mandó decir que se cumplirán los compromisos con ellos mediante una programación de pago y sujeta a normas estrictas de comprobación del cumplimiento de los contratos.
Y amenazó: “A quienes pretendan cobrar deudas inexistentes o no sustentadas, se procederá con todo rigor legal en su contra”.
Ya hoy se vio que el gobernador procura cumplir sus amenazas.
Es verdad. Veracruz vive una severa crisis financiera, pero eso ya lo sabía Miguel Ángel Yunes Linares. Lo que hoy le toca es dejar de lamentarse, dejar de buscar culpables, y ponerse a trabajar para salir del atolladero en el que él mismo se quiso meter.
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