Y así por el estilo están las justificaciones del Secretario de Hacienda José Antonio Meade Kuribreña, del Secretario de Economía Ildefonso Guajardo Villarreal, del Presidente nacional del PRI Enrique Ochoa Reza.
La verdad es que esta pifia de Peña Nieto es como la base por bolas en el beisbol: no hay defensa posible contra ella.
Primero, porque la promesa de que se detendrían los gasolinazos fue una de las cerezas del pastel de la campaña del mexiquense con las que ganó la elección de 2012, por encima de Josefina Vázquez Mota del PAN y de Andrés Manuel López Obrador, entonces a la cabeza de una coalición de partidos de izquierda.
Segundo, porque se hizo el anuncio de manera abrupta, sin que mediara una campaña de sensibilización ciudadana, y tampoco se generaron explicaciones con algún grado de inteligencia y eficacia, como ya hemos visto.
Tercero, porque los nuevos precios de las gasolinas le dan en la línea de flotación a una economía que ya hacía agua por todas partes en lo macro. Pero lo más preocupante es que esta carestía está haciendo sentir sus efectos avasalladores en lo micro, que es el bolsillo de la población.
El primer lunes del año transcurrió con manifestaciones en 17 estados de la República en contra del gasolinazo. Fueron acciones en las que participaron pocas personas ciertamente, pero no hay que olvidar que ésa es una bandera sumamente popular, y que puede ser la mecha que encienda un movimiento mayor.
No estoy de acuerdo con los agoreros del desastre, pero sí debemos tomar en cuenta que el Movimiento del 68 -que cambió la vida pública de México en tantas cosas- empezó por un pleito de estudiantes de dos escuelas preparatorias en el Casco de Santo Tomás de la ciudad de México.
Los mexicanos hemos visto caer sobre nuestra mermada economía familiar la guadaña de este aumento draconiano como una maldición bíblica, y nadie alcanza a decirnos cuáles fueron las razones de esta medida, y menos en qué nos podrá beneficiar.
Es obvio que tendremos en adelante un gobierno rico con los ingresos crecientes de la venta de gasolina y un pueblo empobrecido que encima se ve burado por las fastuosidades de la corrupción mexicana, que para nuestra desgracia tiene su más exquisita expresión en el prófugo Javier Duarte de Ochoa.
Ya tendremos que ir viendo por quién vamos a votar en 2018.
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