Y es ahí donde Trump tiene su primer tropiezo con las leyes internacionales, sustentadas en tratados firmados por sus antecesores. Porque al criminalizar la inmigración, viola acuerdos que no pueden ser omitidos sino quiere ser denunciado en cortes internacionales.
Trump, el vendaval que vino del norte quiere juzgar como criminales a los inmigrantes antes de regresarlos a su país de origen, lapso en el que seguramente podrá utilizarlos como esclavos no sólo para la construcción del muro, sino otras obras que tengan que ver con su política beligerante y su actitud del chamaco bravucón que muestra su inmadurez ante el mundo creyéndose inmune, invencible, inmortal.
Esta actitud caracteriza la política de Trump quien se mueve entre la ignorancia y la prepotencia.
Lo que se salva del liderazgo del presidente del vecino país, es su discurso nacionalista, que ya lo quisiera cualquier político mexicano en campaña dominguera.
La legitimidad de Trump no se asienta en las amenazas contra naciones, sino en la exaltación del espíritu gringo.
Porque si ignora las leyes internacionales que hablan de la imposibilidad de juzgar a los inmigrantes, seguramente se amparará en la idea de la supuesta superioridad de su país ante cualquier nación del mundo; sin embargo, se hace el desentendido cuando de revisar la historia se trata, porque buena parte de la grandeza de Estados Unidos se debe al esfuerzo de los mexicanos, no sólo como inmigrantes en su territorio sino en nuestro país.
Cada agricultor mexicano, cada pescador, cada minero, cada obrero cuyo producto de trabajo se vende en el vecino país arroja condiciones como bajos salarios y productos de primera; mano de obra calificada y largas jornadas laborales.
Los mismo sucede con el crudo mexicano que ha enriquecido a las refinerías estadounidenses porque el energético fortalece económicamente al país que lo elabora o refina, y empobrece al país que los produce.
Por esto la política de Estados Unidos requiere de un presidente ignorante que amenace a todos. Así, justifica el olvido de la historia, que es la mejor manera de obligar al mundo a dejar de defenderse.
Si le damos a la historia el lugar que le corresponde podremos ver con claridad que el vecino nos arrebató más de la mitad del territorio, terminó con nuestras riquezas y cuando el hambre aprieta aquí por estos mismos sucesos, entonces se le impide a los miserables tomar el poco de lo mucho que les quitaron sus antecesores.
Primero chupan la riqueza del vecino y cuando en la casa de este ya no hay que comer, les cierra las puertas de la despensa.
Valiente política amparada en el olvido y la ignorancia.
Pero como la política de Trump no ha encontrado un contrapeso en nuestro país que recurra en la historia para rebatir públicamente sus argumentos, ni hay un político mexicano con un discurso nacionalista; la desmemoria y el desconocimiento fortalecen al bravucón que amenaza a diestra y siniestra sin más proyecto de país que la derrota de un enemigo que siempre ha sido su aliado, porque en ambos lados de la frontera, los pueblos se saben hermanos.
A Trump no lo eligió la mayoría de los gringos sino un Colegio Electoral que muestra la decadencia de su sistema político en sus propias contradicciones y a esto no puede llamársele democracia.
El portavoz de la Casa Blanca, Sean Peacer, ayuda a Trump a difundir sus amenazas, no realiza su función de puente informativo entre el gobierno y la población, sino que se convierte en un simple aparato de sonido para proferir amenazas como esta: “el plan que está tomando forma en este momento es usar una reforma fiscal exhaustiva como medio para grabar las importaciones de productos de países con los que tenemos un déficit comercial como México”.
Esto quiere decir que a falta de un proyecto real de nación, Trump tiene en la amenaza la mejor manera de conservar su popularidad dentro de Estados Unidos, pero lo cierto es que la producción de su país está paralizada, con su economía en crisis, con la mayor deuda externa del mundo y una productividad que exige cada día mayores importaciones.
Trump parece tener en los Congresistas a simples comparsas cuando en realidad de ellos depende que lleve a cabo de todas y cada una de sus amenazas.
El vendaval de copete amarillo tiene Congresistas Republicanos en contra de sus alocadas disposiciones y no los toma en cuenta cuando usa el micrófono tal y como sucedía con Adolfo Hitler.
Algún día Trump tendrá vacío el costal de las amenazas y deberá de gobernar en serio su país, ahí será donde el mundo se dará cuenta quién es: un simple aprendiz de ser humano… esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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