Felipe Amadeo Flores Espinoza, líder del PRI en Veracruz fue el blanco de los ataques del grupo cercano a Javier Duarte desde mucho antes de la selección de candidatos a los puestos de elección popular en las elecciones, la intención de los cuatro jinetes del apocalipsis veracruzano era y lo lograron, influir en la designación de candidatos.
Erick Lagos Hernández, Jorge Carvallo, Alberto Silva Ramos y Adolfo Mota Hernández, buscaron en la selección de abanderados, puentes para la impunidad, así el enemigo a vencer, a doblegar, a presionar, era el líder estatal del PRI que se negaba a hacer de esa selección triquiñuelas que sólo beneficiaban a los candidatos y perjudicaban seriamente al partido.
Las consecuencias fueron mostradas hasta el hartazgo en los resultados electorales, pero para algunos príistas, sobre todo los que pertenecen a la banda de Duarte de Ochoa, es más importante la impunidad que la victoria electoral. Desde la llegada de Amadeo al frente del PRI estatal intentó inútilmente erradicar la deshonestidad y la corrupción. Su llegada al partido en el poder tenía dos características importantes, pero que, como nunca antes había sucedido, una excluye la otra.
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La primera fue el hecho de que el PRI contaba con un gran apoyo social, Javier Duarte había llegado a la gubernatura con una amplia ventaja, el PRI parecía inamovible de Veracruz, considerado su segundo bastión en importancia, luego del Estado de México.
La segunda, que excluye a la primera, era el progresivo deterioro del PRI, que todavía no termina, a partir de las circunstancias de una política errada, prepotente, represiva, autoritaria y corrupta, encabezada por Javier Duarte, el alfil que Fidel Herrera colocó, para que le cuidara las espaldas y no se procediera contra el cónsul en Barcelona penalmente, luego de haber deteriorado no sólo las finanzas de la entidad sino dividido a la clase política de Veracruz.
Fidel Herrera tiene ahora un gran interés en influir en la designación del nuevo líder del PRI en el estado, debido a que el partido apéndice del PRI, el Partido Verde, podría postular a su hijo Javier Herrera Borunda, como candidato a la gubernatura para las elecciones del próximo año y continuar con la impunidad y con la dinastía que hundió en la pobreza la administración pública del estado más rico de la República.
No pasó mucho tiempo sin que Javier Duarte superara a su maestro. Los ojos de los medios de información de Veracruz, primero, del país, después, y del mundo más tarde, dieron cuenta de la conducta corrupta del gobernador y sus cercanos colaboradores.
El peligro era advertido por Amadeo Flores Espinoza, quien sabía que en esos desmanes iba de por medio la cabeza del partido y la suya propia; por otra parte, como veracruzano hablaba sobre el peligro de una quiebra financiera por la voracidad de Javier y sus cuatro jinetes del apocalipsis.
El más enriquecido de todos es Erick Lagos, diputado federal, y ex presidente del PRI veracruzano, quien fortaleció su economía de manera tan inexplicable como desproporcionada; el propio Jorge Carvallo Delfín, ahora diputado federal, y ex presidente del partido en la entidad, amasó una gran fortuna y ahora se avergüenza de él hasta su propio padre.
Otro, que vio crecer la fortuna que había creado ilícitamente cuando fue presidente municipal de Tuxpan, es el amigo íntimo del ex gobernador prófugo, Alberto Silva Ramos, prestanombres de su jefe, quien también fue presidente del tricolor, y hasta la fecha le hace el trabajo sucio a Javier Duarte y maneja a los medios a su antojo para desgastar a sus enemigos políticos y personales, como es el caso del gobernador, al que quieren apabullar con críticas, pagando rumores y dando a conocer especulaciones como ciertas.
Silva Ramos todavía sigue golpeando al gobernador Miguel Ángel Yunes y a su familia, desde la capital del país para desgastar su figura y crear un vacío de poder en Veracruz, donde el beneficiario sea sólo él y sus compinches.
Robaron tanto dinero que consideran una buena inversión desgastar en los medios a Yunes Linares con el producto de los latrocinios, que no son pocos y están impunes.
Por su parte, Miguel Ángel Yunes, responsabiliza a Alberto Silva, junto con la ex vocera del gobierno de Duarte, María Georgina Domínguez, de crear una serie de empresas fantasma que sirvieron de puente para hacer como que concursaban, como que licitaban, hacían como que competían, hacían como que invertían en obra, hacía como que trabajaban.
Adolfo Mota, diputado federal, el cuarto jinete del apocalipsis veracruzano, también líder estatal del PRI, ideólogo de la campaña de Duarte e incondicional de Fidel Herrera, se adueñó durante el reinado de Duarte de la Universidad Veracruzana, donde tenía a una decena de familiares ganado salarios superiores a los 33 mil pesos.
Todos ellos multiplicaron su fortuna, de por sí mal habida y fue señalada por el líder estatal del tricolor, como actos de deshonestidad, pero ni en el PRI nacional, ni en el gobierno federal pudieron o quisieron poner un alto.
Los cuatro encabezaron al PRI en Veracruz, ahora los cuatro son diputados federales, y dadas las condiciones del partido, dedicado a proteger a sus militantes delincuentes a capa y espada, seguramente tendrán una larga carrera política a pesar de que el ánimo de los veracruzanos los repudia y la mala fama los precede.
Lagos, Carvallo, Silva y Mota utilizaron a su conveniencia al partido, lo tuvieron como caja chica, además de centro de operaciones de fechorías y transas, y querían que Amadeo hiciera lo mismo.
El caminar solitario de Amadeo no sólo se identificaba por los embates de los priistas, por las críticas en el interior de su partido, sino que era señalado como el principal solapador de las inmundicias de sus correligionarios sin ética partidista.
Aguantó la selección de los candidatos, las elecciones, la derrota y hasta después le fue aceptada la renuncia. Como si se tratara de colocarlo en la línea de fuego. Los cuatro jinetes, su jefe, y los demás cómplices trataron de terminar con la carrera política y el liderazgo de Amadeo, no pudieron.
Ahora los culpables son señalados por los veracruzanos como delincuentes con fuero, pero delincuentes al fin y al cabo. Y Amadeo, a pesar de los esfuerzos de los deshonestos por manchar su imagen, sigue adelante con una actitud que está más allá de las transas y latrocinios de Javier Duarte y sus cómplices.
El PRI ha quedado más solo que nunca en Veracruz. Esa soledad puede contagiar a otras entidades donde las elecciones se aproximan y será cuestión de menos de seis meses para advertir una posible debacle que seguramente cimbrará las estructuras de un partido que deberá transformarse si quiere sobrevivir. Transformarse radicalmente o morir… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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