Y algunos abogadillos se dieron a la tarea de defender el amparo que a Diego Cruz otorgara el juez Anuar González Hemadi. Esos abogados creen que porque pasaron por la escuela de leyes tienen el patrimonio exclusivo de la justicia; sólo ellos pueden hablar de leyes, porque sólo ellos entienden de leyes. Recurrentemente estos abogados confunden la ley con la justicia y mercan cualquier argumento señalando que, aplicando la ley, ejercen justicia.
Hace poco se supo de un juez que dejó libres a unos secuestradores quienes fueron detenidos en una casa de Jáltipan donde tenían amagadas a sus víctimas. A pesar de las pruebas, a pesar de que las víctimas identificaron a sus captores, el juez dejó libres a los criminales por irregularidades en la captura. Poco después dos de esos secuestradores fueron atrapados en otro lugar con otras víctimas de secuestro.
La manera como ese juez aplicó la ley puso en riesgo la vida de otras personas. Afortunadamente los secuestradores fueron atrapados. Pero hay casos en que los jueces, por su interpretación de la ley, dejan libres a los delincuentes que salen y cometen robos, secuestros y asesinatos que pudieron haber sido evitados si a la interpretación de una ley se le añade el sentido común. Esos jueces pueden presumir que cumplieron con la ley, pero nunca podrán decir que ejercieron justicia.
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Para esos jueces leguleyos, que sólo buscan un resquicio en la ley, para evadirla, van estas palabras de la escritora belga Marguerite Yourcenar: “Tengo que confesar que creo poco en las leyes. Si son demasiado duras, se las transgrede con razón. Si son demasiado complicadas, el ingenio humano encuentra fácilmente el modo de deslizarse entre las mallas de esa red tan frágil. (…) Las más remotas (leyes) participan del salvajismo que se esforzaban por corregir; las más venerables siguen siendo un producto de la fuerza. La mayoría de nuestras leyes penales sólo alcanzan, por suerte quizá, a una mínima parte de los culpables; nuestras leyes civiles no serán nunca lo suficientemente flexibles para adaptarse a la inmensa y fluida variedad de los hechos. (…) Los filósofos griegos nos han enseñado a conocer algo mejor la naturaleza humana; desde hace varias generaciones, nuestros mejores juristas trabajan en pro del sentido común. Toda ley demasiado transgredida es mala; corresponde al legislador abrogarla o cambiarla, a fin de que el desprecio en que ha caído esa ordenanza insensata no se extienda a leyes más justas”. (Memorias de Adriano)
La ley iguala a las personas. La manera como se aplique una ley crea precedente para que en lo sucesivo otros sujetos sean tratados de la misma manera como se aplicara la ley original. Si se permite que los argumentos del juez González Hemadi sobre el abuso sexual prevalezcan, así se tendrá que tratar a otros sujetos que actúen de la misma manera que el sujeto amparado, porque la ley iguala a las personas.
Los mismos libros de leyes enseñan que “todas las leyes humanas son aproximaciones a lo verdaderamente justo”. Lo justo es lo recto, quizá por ello la carrera de leyes se llame Derecho, porque se busca que la ley conduzca por un camino recto, derecho.
La justicia debe de estar por encima de la ley. La ley sólo es el lápiz que dibuja una línea recta, una línea justa. Cuando alguien tuerce la ley, la línea justa deja de serlo,
Volvamos al caso de los secuestradores. A estos sujetos los atrapan infraganti, con las víctimas amagadas. Pero digamos que la ley dicta en el procedimiento para atraparlos, que se debió entrar por la puerta y no por las ventanas, como lo hicieran los policías. Es por ello que el juez libera a los secuestradores, porque no siguieron correctamente el procedimiento de captura. El juez cumplió con lo escrito por las leyes, pero no ejecutó justicia. Eso pone en riesgo a la sociedad, porque no se usó el sentido común.
Armando Ortiz aortiz52@hotmail.com |