Duarte solía reír de todo, en público y privado, según me informan. Igual lo hacía cuando estaba alegre que soberbio; igual por molestia que cuando se sentía todopoderoso. Javier torcía los labios o se mostraba contento ante los reflectores, aunque por dentro estuviera en el hoyo.
Las mismas fuentes que me informaron área del continente y momento en que detendrían a Duarte hasta el final de su escape, me confirman que está decidido: no actuarán contra la esposa del ex gobernador, Karime Macías, ni su familia. "El tema es exclusivamente vs Duarte", me escribieron.
Es válido pensar que la risa de Javier se sustenta en un último deseo o petición para entregarse, o que fue demasiado infantil la forma de dar con su paradero después de escapar por seis meses al estilo de El Chapo Guzmán, es entendible pensar que sonreía por alguna dádiva o acuerdo "precaptura".
A mi juicio y tomando como base mis fuentes, en esta ocasión la risa de Duarte no fue igual a alguna de las muchas que mostró como Gobernador. Reía por nervios y no por burla; reía porque no quería verse como El Chapo cuando fue apresado; reía porque no quería que la mayoría de sus fotos en redes sociales corrieran con un semblante derrotado, aunque sí ocurrió con un par de ellas.
Me aseguran, como también ya se ha afirmado en otros espacios, que nunca hubo pacto con Duarte para dejar libre a su esposa, y aunque también me cueste por momentos creer esta versión, lo que sí comparto (y que también me dicen mis fuentes), es que el ex gobernador estará muchos años en un penal federal de máxima seguridad. Veamos qué ocurre.
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