En agosto de 2016, las autoridades de la capital de la República dieron a conocer que la mortandad por accidentes viales se había reducido 18.3% en siete meses.
Así, la relación entre alta velocidad y muerte se consolidó en la idea de que aplicar estrictamente los reglamentos de tránsito es la mejor solución para salvar vidas en las calles y avenidas de las ciudades, y en las carreteras.
Este hecho lo confirmó el terrible accidente del 31 de marzo, cuando un conductor ebrio chocó contra un poste un auto BMW cuando iba a 180 kilómetros por hora en la Avenida Reforma. Para su mal y su conciencia, gracias a las bolsas de aire el borracho sobrevivió al accidente, no así sus tres acompañantes, cuyos cuerpos quedaron desmembrados y regados en el asfalto ante la magnitud del impacto.
En Xalapa, de manera eficiente aunque discreta, tanto la autoridad municipal que encabeza Américo Zúñiga Martínez como la correspondiente en el ramo del tránsito y la vialidad, a cargo de Arturo García García, están haciendo la tarea para evitar que vehículos circulen por encima de los límites señalados, sobre todo en vialidades de alta peligrosidad como Lázaro Cárdenas, Ruiz Cortines, la Avenida Xalapa, Murillo Vidal. Américas y 20 de Noviembre.
Como en todo, se necesita la participación decidida de la sociedad para el éxito de esta intención de las autoridades, que tiene por objeto reducir la velocidad con la que se conduce en Xalapa… y salvar vidas.
Claro, lo importante es que quienes manejan vehículos automotores tomen la decisión de pisar más el freno y menos el acelerador, pero cualquier ciudadano puede ser un activo promotor de ese propósito, aunque no sepa conducir.
Participar en el programa es ser proactivos y reclamar a los choferes de taxi y de urbanos que manejan con temeridad; reconvenir a las señoras que llevan prisa y se saltan todas las reglas porque los espera su estilista en el salón de belleza; mirar feo a los guaruras que se sienten dueños de las calles y embisten con sus camionetotas a la población inerme, a fin de quedar bien con el jefe.
Sé que es desesperante conducir despacio, y que queda la sensación de que no se llegará nunca al destino, sobre todo en esta ciudad de tráfico imposible, pero la idea de que se está salvando al menos una vida debe recompensar cualquier espera o demora.
¿O no?
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