Esos tres días de aparente calma los utilizan los candidatos y miembros de su equipo de campaña para repartir despensas, láminas, útiles escolares; para negociar convenios, regalar dinero, comprar credenciales de elector y en el último de los casos, amenazar a los votantes.
También son días de hacer uso de las últimas bombas de estiércol y lanzarlas contra el candidato que vaya en punta. Porque esa es la forma de hacer política en la actualidad.
De hecho, son los tres días más movidos del proceso electoral. “Días de recorrer la legua y convencer a la gente en lugares donde sabes que no los convenciste en campaña. Días de no comer, no dormir y andar con ojo de águila porque tienes que hacer todo muy a la callada; muy por debajo del agua, porque si te agarran las autoridades electorales te chingan” me llegó a decir alguna vez un candidato.
Nomás que en eso no se puso a pensar el idiota que concibió la idea ni los idiotas que lo secundaron.
Pero bueno, así está estipulado y ni hablar.
En el caso concreto de Veracruz ¿tu por quién vas a votar, lector? ¿Hay algún candidato que te convenza por su honradez? ¿Alguien que te llene el ojo por su proyecto para mejorar tu municipio? ¿Ves alguno con al menos una barnizada de decencia? ¿Cuántos están a salvo del insoportable tufo a duartismo?
Difícil elección, pero no para escoger al más bueno, sino al menos ladrón.
Y es que, salvo rarísimas excepciones, todos los candidatos a las alcaldías de todos los partidos políticos en los 212 municipios, tienen una cola así de larga para que se las pisen.
Por esta ocasión, quienes vayan a sufragar, quizá sí tengan que hacer uso de esos tres días de “reflexión” para pensar muy bien en cuál de los truhanes que figurarán en las boletas será el que menos los engañe, el que menos los robe, el que menos los traicione y el que menos se corrompa. Y no como sucedió en alguna ocasión perdida en las brumas del tiempo, en que se votaba por el más honrado, el más decente, el más honesto y el más capaz.
Por primera vez en su historia, el PRI no llega como favorito. Y es que su anterior gobernador se pasó de la raya robando y dejó de herencia un Veracruz iracundo, frustrado, endeudado y engañado. Además de inseguro.
Esta vez el PRI no es el candidato a vencer sino el seguro derrotado porque la raza saldrá a votar con ánimo de revancha.
El problema es que no hay mucho de dónde escoger entre los abanderados de los otros partidos ya que los hay duartistas de closet, duartistas arrepentidos, duartistas avergonzados, duartistas clonados y duartistas chaqueteros.
Sí, difícil elegir entre los candidatos a los más idóneos para las alcaldías. Pero lo verdaderamente lamentable es que, de una población de 8 millones de veracruzanos, los partidos no hayan escogido a los más capaces y honestos que los hay. Y sigan apostando por los bandidos.
Lástima por Veracruz que seguirá tendiendo los gobernantes que no se merece.
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