Todo en orden en la vorágine de la información cotidiana. Los malos sigue siendo muy malos y los buenos no figuran en los titulares de la prensa ni en las redes sociales. Hay frivolidad sobre la frivolidad y los temas centrales son sepultados por el escándalo y el sensacionalismo. Nada nuevo.
Ahí perdida en medio de estas historias, de manera tímida se asoma en la aldea, la tragicomedia de un fiscal, del hombre que todos esperan libre la batalla por la justicia y que sin embargo, la madre de todas sus batallas es en realidad derrotar a su insipiente obesidad y lograr bajar los cinco kilos de más, que asegura le ha dejado su cargo como Fiscal General de Veracruz.
Jorge Winckler recién toma protesta, y desde su cuenta de twitter mantiene una comunicación permanente con sus seguidores, hasta que, oh cruel dinámica laboral, es avasallado por mensajes muchos de ellos nada cordiales y hace mutis de su pasión reciente, la “comentocracia” social. Primera derrota.
Dueño del micrófono en casos polémicos y mediáticos como el de Los Porkys y Mari Jose Gamboa, disfruta los reflectores y los cinco minutos de fama que no se le niegan a nadie. Habla aquí, acullá y donde se pueda. Ya como fiscal, unas semanas después de asumir manda besitos a la prensa en lugar de ofrecer explicaciones. Divorcio inminente. Segunda derrota.
En la catedral de las vanidades que suelen ser las redes sociales, Winckler sonríe en selfie con el gobernador Yunes trepado en un avión comercial. También es exhibido en esas redes, de rodillas tomándole una foto con su celular al gober electo… ¿la justicia de rodillas ante el ejecutivo? La credibilidad rueda por los suelos. Tercera derrota.
Se confronta con los colectivos de familiares que buscan a sus hijos, padres o hermanos en la gran fosa común en la que se ha convertido Veracruz. Se mofa de su dolor –o al menos los ofendidos así lo interpretan-. Piden su cabeza; como la piden también los diputados locales de quienes también se mofa y amenazan con iniciarle juicio político. Adiós a la soberbia. Cuarta derrota.
Sin embargo nada de eso puede con el Fiscal de hierro, porque el que a hierro mata, a hierro muere y el sucumbe –vuelve a decirlo en las redes que son su espejito, espejito, cuál es el más bonito- al hierro de la parrilla de los tacos de La Vecindad. “3 d pastor y 2 d Sirlon” (sic) dice en su cuenta y cuelga, la infaltable foto que nadie que se precie de tener una pisca de ego, puede evitar masificar.
Esa, la quinta derrota, esa sí es la que duele. Son cinco kilos de más con los que no puede el Fiscal. Cinco kilos que no son expedientes de casos sin resolver; tampoco son cinco kilos de pruebas documentales contra Karime y los intocables de este Gobierno (los Sandovales, Benítez, del Castillo, Silvas, y un largo etcétera). No, son cinco kilos de grasita, de músculo en reposo como dicen los clásicos.
Son cinco kilos de sedentarismo, de horas y horas aplastado tras el escritorio resolviendo no sabemos qué cosa, pero bueno, no hay quinto malo. Total, una raya más al tigre. Todo normal en la prensa, hasta que Maduro deje de ser Maduro, Neymar debute con el PSG o una nueva socialité cuelgue sus fotos en las redes o, por supuesto, el Fiscal se compre una caminadora que le ayude a librar su incansable lucha contra la adiposidad.
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@moralesflavio
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