Platiqué, para mi noticiario de radio, con la Señora Gabriela Miranda, madre de Mara Castilla. Sin duda vive un infierno, y a pesar de la profunda tristeza que la acongoja, habla e intenta comunicar el mensaje que su hija habría deseado que difundiera: basta de feminicidios en el país.
No es fortuita la avalancha de indignación en redes sociales; tampoco son casualidades las marchas multitudinarias en diversas partes de la República Mexicana. Estamos atemorizados, sitiados por la violencia.
"Mi hija Mara lo que ha logrado es despertar a la sociedad para que exijamos juntos justicia y se dé un alto a todas estas desapariciones", me dijo Gabriela Miranda sacando fuerzas de no sé dónde, supongo que de ese lugar que sólo conocen las madres, y nadie más.
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"Me duele en el alma la pérdida de mi hija, apenas tenía 19 años, estaba súper dedicada, entusiasmada, le encantaba lo que estudiaba, tenía toda una vida por delante; hoy ya no la tengo, no podemos gozar de su presencia".
En la marcha por Mara efectuada en la capital veracruzana caminaron niños, jóvenes, adultos, y personas de la tercera edad. Todos vestidos con prendas blancas y negras; algunos portaban una flor blanca en las manos; otros, cartulinas o lonas recordando a la estudiante de 19 años que se fue, víctima de una realidad nacional.
"Espero que la muerte de mi hija no sea en vano, que Mara marque un punto de partida para que la justicia mexicana cambie, para que las autoridades sean un poquito más empáticas, porque hoy fue mi hija, y no se lo deseo a nadie, que Mara sea la última, ni una más".
Y así fue, el caso de Mara unió a la gran mayoría de los mexicanos en un estruendoso y enérgico alarido de "ya no más feminicidios, basta de inseguridad, devuélvanos la tranquilidad". Casi todo México se volvió Mara, y no porque sea un "cliché" solidarizarse en momentos así, sino porque de verdad, en algún momento, todos podemos acabar siendo Mara.
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