Una persona que es un buen amigo, según la definición de Machado, sufrió un accidente en su vehículo, cuando una señora pasó muy cerca de la unidad y le voló prácticamente el espejo lateral de la puerta del conductor. Ella reconoció su falta y de inmediato llamó a su compañía de seguros, que no es más que Quálitas.
Llegó en un tiempo prudente el ajustador, vio las condiciones del accidente, reconoció que la señora había tenido la culpa y manifestó la intención de la aseguradora de reparar el daño, reemplazando la pieza destrozada por una nueva, de la marca original.
Con tal fin, extendió al conductor afectado una orden para que llevara su unidad al taller Turbo Wash que está en el número 171 del Arco Sur, en la Reserva Territorial de Xalapa, lo que éste hizo de inmediato.
Fue recibido por un empleado del taller, quien revisó la orden de Quálitas, estuvo de acuerdo y le comunicó que pedirían de inmediato la pieza de repuesto. Una vez que les llegara, el taller se comunicaría con él para que llevara su automóvil a la reparación, lo que tardaría unas dos semanas, según le dijeron.
Pues pasaron las dos semanas, y una más, y otra sin que llegara la llamada, hasta que un buen día su teléfono sonó, lo contestó y habló con él un personero del taller.
Le dijo que habían tenido problemas para conseguir el famoso espejo lateral, y a continuación le propuso algo inusitado. Le dijo que por qué no mejor él buscaba el repuesto original, lo conseguía y que ellos se lo pagarían.
Mi amigo le contestó que él de ninguna manera tenía como ocupación el arreglo de vehículos, lo que ellos sí, y que no iba a ocupar su tiempo haciendo el trabajo que le correspondía al taller. Concluyó la llamada diciendo que esperaba que le marcaran lo más pronto posible para decirle que fuera a que le instalaran el nuevo retrovisor.
Pasaron dos semanas más, con lo que ya iban cinco del día del accidente y por fin recibió un telefonema. Le pedían que llevara su coche para que le colocaran la pieza.
¡Al fin!
De inmediato fue al taller, y le dijeron que en una media hora podía pasar por su vehículo ya reparado. Lo hizo, y se encontró con la noticia de que la pieza que habían comprado no era la correcta, así que tendrían que quitarla, poner en su lugar los restos del retrovisor roto y esperar a que llegara la que sí era.
Eso les llevaría a lo sumo ¡otras dos semanas!
Pues pasaron los dichosos 15 días… y nada.
(Continuará)
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