Comenzamos el año 2018 con el estrés de asuntos económicos que a todos preocupan -al mismo tiempo que nos afectan- como el “gasolinazo”, el “tortillazo”, la pérdida del valor real de los ingresos, según cálculos inflacionarios que reportan las fuentes oficiales, el aumento del costo de la canasta básica, y la severa crítica al aumento al salario mínimo registrada durante el año pasado.
Así, con una amplia agenda en temas de economía nacional que tarde o temprano tendrán consecuencias en nuestra economía familiar, el asunto de las casas de empeño vuelve a ser noticia (como en cada “Cuesta”), lo mismo que los graves estragos que siguen causando las financieras que otorgan crédito desesperado a quienes sin pensar en los altos intereses que pagaran, por un poco de alivio temporal, comprometen ingresos futuros e inciertos, inciertos porque carecen de ingresos fijos o empleos seguros.
Y con cada nuevo escándalo de cobranza extrajudicial abusiva, como se le conoce a las conductas que en aras de ejercer un derecho de cobro se tornan violentas o inadecuadas (amenazas, intimidación, hostigamiento) alteran la paz y la tranquilidad de las personas atropellando los derechos fundamentales, surgen nuevas iniciativas de reformas a la legislación a fin de inhibir tales comportamiento, no siendo suficientes para poner orden con las que ya existen.
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En la víspera de este escenario con el que nos recibiría el nuevo año, me preguntaron el mes pasado: Teresa, -¿Qué tan malo es vivir a meses sin intereses? ¿Qué tiene de malo esta forma de comprar? -No es malo- respondí, la falta de planeación, de un presupuesto, la desorganización en nuestras finanzas personales, es lo que no nos permite hacer un uso responsable de este método de compra, haciendo compras sin control y de manera irresponsable, adquiriendo artículos que, en casos extremos, quizá nunca usaremos.
En efecto, el problema es la consecuencia de no someternos al análisis de “¿Lo quiero, o lo necesito?” antes de seguir comprando. Y ante este hecho reiterado, siempre llega el día en que ya no tenemos dinero para comprar lo que sí necesitamos, como la despensa semanal.
El asunto no es sencillo, para muestra un botón, bueno, “tres botones”. Primero, la experiencia de un caballero que inmerso en la plática, en una reunión de amigos mientras celebrábamos el cumpleaños de uno de ellos a fines del mes pasado, acerca de la ansiedad que generan las compras (y las deudas); se animó a comentar su experiencia personal, que consistió en que después de haber visto un comercial en donde anunciaban una manguera maravillosa lo engancharon con que tenía que llamar para saber el precio de la “súper oferta” que tenían en esos días, y una vez que llamó le hicieron gran publicidad al artículo que no necesitaba pero que terminó comprando, no una sino: tres mangueras.
Se justificó diciendo que la vendedora tenía muy buena capacitación y lo convenció.
El segundo caso, verificado en la misma reunión en donde un joven habló de su gusto por comprar tenis de última moda y muy alto precio; mismos que compraba para pagar a plazos, y cuya deuda y afición era tan fuerte que siempre terminaba vendiendo el más reciente para acabar de pagarlo, y adquirir uno más nuevo. Viviendo esclavo de la deuda de los tenis por varios años, el consuelo que le quedó, según nos dijo, es que nunca fue a una fiesta con tenis repetidos.
Y finalmente también en una reunión familiar el caso de una joven y talentosa mujer dedicada al área de la salud, sin dependientes económicos con dos trabajos (y por tanto dos fuentes de ingresos) que después de diez años de trabajar reflexionó que no contaba con ningún ahorro, para comenzar un patrimonio como adquirir una vivienda propia, por ejemplo; porque se ha dedicado a comprar cinco pares de zapatos del mismo modelo, o que incluso tiene cajones repletos de cosméticos y maquillajes que nunca ocupa porque siempre se levanta tarde, y sale corriendo al trabajo.
Ella, quien justifica su falta de ahorro, por el eterno temor a quedarse sin trabajo, o que necesitará muchos años para juntar lo de un enganche de una casa o un terreno. Lo cual no es justificante sino todo lo contrario.
Pues en su caso un buen ahorro con fines de adquirir vivienda permitirá un menor financiamiento en caso de hacerlo a crédito, o bien un buen respaldo financiero en caso de sobrevenir el desempleo.
En fin, ha comenzado un nuevo año, a todos mis lectores les deseo que este sea el mejor año de su vida, que supere todas sus expectativas; pero sobre todo que este año comiencen el propósito de poner orden en su economía personal para vivir sin estrés la próxima Cuesta de Enero.
¡Feliz Año y hasta la próxima!
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