Obviamente, la respuesta es negativa. Basta con salir de casa o prender un aparato para escuchar música o ver un programa, para encontrarse con la propaganda de esos “precandidatos”. ¡Ah, pero no se preocupe! No está dirigida a usted, sino a los miembros de las convenciones de delegados, consejos políticos y asambleas de los diferentes partidos, que habrán de “tomar la decisión” sobre quiénes los representarán en las campañas venideras. En las “de a de veras”.
El absurdo es todavía mayor cuando, como es el caso en el actual proceso electoral, en todas las coaliciones que se registraron para contender ya están definidos quiénes serán los candidatos, pues nadie más se inscribió en los “procesos internos” de cada uno de los partidos. Los aspirantes hacen campaña, quizás, para convencerse a sí mismos, porque los encargados de “designarlos” estaban convencidos desde antes.
Las “campañas internas” que están por concluir son pues meras y grotescas simulaciones para darle la vuelta a una legislación que supuestamente buscaba evitar el despilfarro y la inequidad que caracterizaron los procesos electorales de la era de los spots, pero que en los hechos ha incrementado brutalmente el gasto de dinero público en la renovación de mandos en los poderes públicos. Y probablemente en la misma proporción, el cinismo con el que la clase política juega al “Tío Lolo” con recursos de todos los mexicanos.
¿O usted cree que a las concentraciones masivas que organizan los partidos para sus candidatos asisten exclusivamente sus militantes? Por supuesto que no. El acarreo a través del reparto de prebendas, en especial en las zonas marginadas, es la vía para la movilización de personas. Como siempre se ha hecho. Y como seguramente se seguirá haciendo.
Porque finalmente ese es el problema. Por más que se legisle al respecto y se coloquen “candados” y miles de trabas en las leyes, el derroche electoral y la inequidad en las contiendas políticas continuará invariablemente, pues los partidos que hacen las normas electorales son los mismos que no quieren perder sus privilegios ni su modus vivendi. Así que siempre habrá resquicios para brincarse las prohibiciones y simular que se cumple con la ley, mientras se le viola con singular desparpajo.
Lo trágico es que es a partir del quebrantamiento consentido y burdo de la legalidad como se accede al poder en nuestro país. Y por eso nos va como nos va.
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