Algunos piensan que una campaña electoral es como la guerra, es como el amor, donde todo se vale. Pero esa frase encierra una gran mentira, ni en la guerra ni en el amor todo se vale; en una campaña electoral tampoco. Quien se vale de artimañas sin escrúpulos, ya sea en la guerra, ya sea en el amor o en una campaña electoral está transgrediendo leyes, tratados, acuerdos o códigos de ética. Por transgredir esos tratados y leyes es que hay criminales de guerra; por transgredir esos acuerdos es que hay tanto divorcio, tanto desgraciado sumido en el desamor.
Una campaña electoral tiene leyes que se deben respetar, leyes que supuestamente se han elaborado por juristas en el tema electoral, y que se han elaborado para que todo mundo las respete. Las deben respetar los partidos políticos, los actores políticos, candidatos y árbitros electorales. Sin embargo, esas leyes no alcanzan a los militantes, los cuales motu proprio se valen de cualquier artilugio para denostar al que consideran es el enemigo a vencer, el candidato que no debe llegar a la presidencia.
De esta clase de fauna, que piensa que sus acciones habrán de cambiar el rumbo de una elección, hay miles en las redes sociales. Sujetos que no sólo se conforman con compartir una infamia en contra del candidato repudiado, sino que son artífices de infamias y se toman su tiempo y recursos para crear noticias falsas y maquinar difamaciones. Estos sujetos, ya lo dijimos, creen que están rindiendo un gran servicio a la democracia de su país, pero lo único que hacen es hacer de esta democracia una porqueriza en la que ellos se sienten a gusto.
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Hay que diferenciar a estos sujetos espontáneos, de aquellos que son contratados para crear un escenario adverso al contendiente rival. Se gasta millones de pesos para pagar a expertos en suciedad electoral para que magnifiquen cualquier detalle que pueda ser magnificado.
En la semana que pasó se dio por ejemplo el asunto del pleito de Carlos Slim con Andrés Manuel López Obrador. Obvio, en este momento las baterías están apuntadas hacia el candidato puntero. Luego vino lo de la famosa avioneta que no era un taxi aéreo sino una avioneta rentada. Tanto lo de Slim como lo de la avioneta mostraron un rasgo del Andrés Manuel de la elección de 2006 y 2010. Hasta el momento el candidato puntero se había mantenido sensato y alejado de su verbilocuencia incendiaria. Pero se le ocurrió polemizar con Carlos Slim que, será el hombre más rico de Latinoamérica, pero tiene una percepción muy positiva entre los mexicanos, ¿por qué? Porque es exitoso. No debió hacerlo, antes bien a Slim le debió dar por su lado.
En el caso de la avioneta no había que soltar una mentira como salida fácil, porque tarde o temprano se iba a saber la verdad. No tomaron un taxi aéreo, alquilaron una avioneta común, no de lujo, no un jet particular como los de la “mafia del poder”. Pero eso, que podía ser una mentira inútil, ha sido magnificada al grado que ya lo andan demandando ante la PGR.
Pero eso no es todo, ahora López Obrador le da un beso a una pequeña y de inmediato los denostadores espontáneos y los profesionales encienden la moral guadalupana de una sociedad hipócrita. Es absurdo y ridículo, pero están queriendo hacer ver a López Obrador como un sujeto lascivo que besa a los niños en la boca. ¡Jesús, María y José! Esa moral hipócrita se asemeja a la de un exgobernador veracruzano, hoy hospitalizado, que no tenía empacho en relacionarse con jovencitas adolescentes, mientras difundía el famosos eslogan: “En Veracruz los niños no se tocan”.
Pero la finalidad es combatir, con lodo y estiércol, lastimando la moral de los demás a costa de su propia dignidad. Al final las campañas de lodo pueden o no funcionar. Pero siempre existirá la ley de la retribución: “Todo lo que el hombre siembra, eso es lo que cosechará”. Pregúntenle a Eduardo Ruiz Healy, quien en 2006 fue el más aguerrido denostador de AMLO, quien fue el más abyecto, el más vil. Pregunten por su hijo. Pregunten por David Páramo, quien en su programa financiero llegó a decir en referencia a AMLO: “Muerto el perro se acabó la rabia”. Este mismo sujeto dijo sobre la muerte del hijo de Javier Sicilia: “Se lo merecía”. Pregunten dónde están ahora los hijos de David Páramo.
En esta vida el karma no existe, existe la ley de la retribución.
Armando Ortiz
aortiz52@hotmail.com |