Desde tiempo atrás he tenido para mí la idea de que Manuel Acuña -poeta del romanticismo mexicano- mostró cierta presencia del complejo de Edipo en su persona a través de algunos versos de su célebre poema “Nocturno a Rosario”.
+++++++++++++++++++
De noche cuando pongo mis sienes en la almohada, y hacia otro mundo quiero mi espíritu volver, camino mucho, mucho y al fin de la jornada las formas de mi madre se pierden en la nada, y tú de nuevo vuelves en mi alma a aparecer.
+++++++++++++++++++++++
¡Qué hermoso hubiera sido vivir bajo aquel techo. los dos unidos siempre y amándonos los dos; tú siempre enamorada, yo siempre satisfecho, los dos, un alma sola, los dos, un solo pecho, y en medio de nosotros mi madre como un Dios!
+++++++++++++++++++++
¡bien sabe Dios que en nada cifraba yo mi empeño, sino en amarte mucho en el hogar risueño que me envolvió en sus besos cuando me vio nacer!
++++++++++++++++++++++
Se trata desde luego de un tema para el análisis psicológico, el psicoanalítico y para especialistas en literatura.
En lo particular sólo observo en este bello poema dedicado a Rosario de la Peña y obra de un hombre lleno de talento que se suicidó a los 24 años, una obsesión por la presencia materna en la convivencia con la mujer amada e/o idolatrada.
(3)
Acabamos de conmemorar el día de las madres, sin duda la fecha más emblemática de la cultura popular mexicana junto a la celebración de la virgen de Guadalupe: nuestra representación materna vía la religión y más profundamente a través de nuestro entorno espiritual.
Nada de ello es gratuito.
El ser humano está ligado a la figura varonil desde la perspectiva de la fuerza, la lucha y la autoproclamación de Ser Inteligente por disposición divina, aunque en contraste es en la imagen materna donde descansa el concepto consciente o inconsciente del origen biológico de la vida.
No obstante lo anterior, en la estructura socio/histórica e incluso en los albores de la filosofía se ha relegado a la mujer a un segundo e injusto plano: de rechazo, abuso, alejamiento de oportunidades para el desarrollo intelectual, laboral, político e incluso se le llegó a considerar un ser inferior (Aristóteles, Platón, dixit). (2)
(4)
La celebración del día de la madre tiene así mucho de hipocresía en su fundamento y práctica.
Celebramos "al ser que nos dio vida" un solo día al año y el resto del tiempo la desdeñamos en la mayor parte de los casos individuales y colectivos.
Hay, además, ciclos históricos trágicos como el que se vive hoy en México: ¿Qué pueden festejar las miles de madres que buscan a sus hijos e hijas desaparecidos en medio de una guerra absurda llamada lucha contra el crimen organizado?
Para esas madres, los actos del diez de mayo son un oprobio y la indiferencia social y oficial en torno a su dolor y su lucha ahondan el drama.
(5)
Escribió la filósofa francesa Simone de Beauvoir en su obra “El Segundo Sexo”:
“La mujer aparece como el negativo, ya que toda determinación le es imputada como limitación, sin reciprocidad. A veces, en el curso de discusiones abstractas, me ha irritado oír que los hombres me decían: «Usted piensa tal cosa porque es mujer.» Pero yo sabía que mi única defensa consistía en replicar: «Lo pienso así 3 3 porque es verdad», eliminando de ese modo mi subjetividad. No era cosa de contestar: «Y usted piensa lo contrario porque es hombre», ya que se entiende que el hecho de ser hombre no es una singularidad; un hombre está en su derecho de serlo; es la mujer la que está en la sinrazón. Prácticamente, lo mismo que para los antiguos había una vertical absoluta con relación a la cual se definía la oblicua, así también hay un tipo humano absoluto que es el tipo masculino. La mujer tiene ovarios, un útero; he ahí condiciones singulares que la encierran en su subjetividad; se dice tranquilamente que piensa con sus glándulas. El hombre se olvida olímpicamente de que su anatomía comporta también hormonas, testículos. Considera su cuerpo como una relación directa y normal con el mundo que él cree aprehender en su objetividad, mientras considera el cuerpo de la mujer como apesadumbrado por todo cuanto {18} lo especifica: un obstáculo, una cárcel. «La mujer es mujer en virtud de cierta falta de cualidades -decía Aristóteles-. Y debemos considerar el carácter de las mujeres como adoleciente de una imperfección natural.» Y, a continuación, Santo Tomás decreta que la mujer es un «hombre fallido», un ser «ocasional». Eso es lo que simboliza la historia del Génesis, donde Eva aparece como extraída, según frase de Bossuet, de un «hueso supernumerario» de Adán. La Humanidad es macho, y el hombre define a la mujer no en sí misma, sino con relación a él; no la considera como un ser autónomo. «La mujer, el ser relativo...», escribe Michelet. Y así lo afirma Benda en el Rapport d'Uriel: «El cuerpo del hombre tiene sentido por sí mismo, abstracción hecha del de la mujer, mientras este último parece desprovisto de todo sentido si no se evoca al macho... El hombre se piensa sin la mujer. Ella no se piensa sin el hombre.» Y ella no es otra cosa que lo que el hombre decida que sea; así se la denomina «el sexo», queriendo decir con ello que a los ojos del macho aparece esencialmente como un ser sexuado: para él, ella es sexo; por consiguiente, lo es absolutamente. La mujer se determina y se diferencia con relación al hombre, y no este con relación a ella; la mujer es lo inesencial frente a lo esencial. El es el Sujeto, él es lo Absoluto; ella es lo Otro (2){19}.” (3)
(6)
En realidad estamos en pañales en torno a un verdadero reconocimiento de lo que es una Madre; lo que es, por cierto, uno de muchos papeles protagonistas de ese ser igual, inteligente y poderoso que es la mujer.
https://www.psicoactiva.com/blog/que-es-el-complejo-de-edipo/
- http://www.womenpriests.org/sp/traditio/inferior.asp
- http://users.dsic.upv.es/~pperis/El%20segundo%20sexo.pdf
|