Meade “despertó” a partir del segundo debate presidencial. Ahí, durante el ejercicio celebrado en Tijuana, vimos al candidato que “también es académico e intelectual”, y no al “académico que también es candidato”. No me cabe duda que al del PRI-Verde le restó tiempo no haber competido previamente en la urnas.
Meade invirtió un tercio de su campaña, de manera transversal, en convencer al voto duro priísta que a pesar de no pertenecer al partido, era el candidato ciudadano idóneo para combatir al inminente sufragio de castigo. Si bien es cierto los que mandan en los organismos tricolores apoyarían, por pura obediencia, al elegido de EPN, nada garantizaba que el grueso de la base haría lo mismo.
Si Meade hubiera dejado a otros operadores la tarea de convencer a la militancia, mientras él se dedicaba a ser candidato en el resto del País, quizá en este momento tendría más posibilidades de competencia. No lo hicieron así, y hoy el escenario es “cuesta arriba”.
Si bien es cierto que “esto no se acaba hasta que se acaba”, la realidad es que a menos de 20 días de la elección la mayoría de las encuestas marca triunfador a López Obrador. Estamos a muy poco del “gran domingo”, ¿será que observemos al de Tabasco ganando en su tercera “intentona”? Eso sí, suena mucho más complicado que veamos un quinto partido de la Selección Mexicana en el Mundial, ¿o no?
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