Esa sería una de sus características admirables, su natural desprendimiento hacia los más necesitados.
Antes de ser mayor de edad me dio aviso que se iría a vivir sola, en mi desesperación le di advertencia de que si tomaba esa decisión no la apoyaría más económicamente, ella sonrío, con esa sonrisa con la que suele conquistar el mundo, cuando visité su casa supe que la voluntad de mi hija es inquebrantable, trabajaba y estudiaba, tomaba clases extras de fotografía, viajaba, superó mis expectativas, frente a mi estaba una mujer libre y a mí me tocaba respetarla.
Cuando algunos de mis amigos y compañeros periodistas me preguntaron si la candidata a diputada local por Xalapa Urbano más conocida ahora como #LaXalapita era mi familiar, la respuesta llena de orgullo es que ella es mi querida hija Angelica.
A todos les he dicho que no solo es mi gran orgullo, sino que a sus 31 años ha demostrado que es infinitamente mejor que yo, en muchos sentidos.
Dicen que un buen alumno tiene que superar a su maestro y en el caso de mi hija Angélica -para mi mayor orgullo y felicidad- me ha superado pese a su juventud.
No solo por su inteligencia, generosidad con el prójimo, capacidad para hacer amigos por todas partes, sino porque finalmente es un gran ser humano.
Quien, pese a su corta edad, que yo duplico con un poco más de años, ha tenido muchas más y mejores experiencias de vida, como lo es ahora el ser candidata a diputada local.
Angy como le llamamos en familia, siempre ha decidido lo que ha querido, la he visto llorar de alegría, de frustración, de impotencia, de entusiasmo, siempre ha sido una mujer intensa, con su propio ritmo, se reinventa a cada instante, muchas veces me sorprende, otras me conmueve. Hoy es su último día de campaña como candidata a diputada local, pero para mí siempre será mi princesa.
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