Adicionalmente, el producto interno bruto (PIB real) viene creciendo a un ritmo saludable de 2.3 por ciento al finalizar el año, y la tasa de desempleo apunta a cerrar el año en 3.2 por ciento como proporción de la población económicamente activa (PEA).
Asimismo, la inflación viene bien, con un crecimiento de 4.5 por ciento en su índice nacional de crecimiento en los precios. Luego, también los ingresos tributarios como proporción del PIB habían andado entre el 8.5 y 8.8 por ciento, ahora cerrarán el año en 13.1 por ciento.
Además, el balance público, como proporción del PIB, que en años recientes se había subido ligeramente a niveles positivos, como signo de déficit, ahora cerrará el 2018 en -1.1 por ciento; y la deuda pública, que ahora figura buen manejo de las finanzas públicas, representará a finales de año, el 44.2 por ciento del PIB.
Esas cifras y signos nos hablan de una economía con solidez macroeconómica, previa a la elección.
Asimismo, contar con un régimen de tipo de cambio flexible permite a éste, absorber choques externos y evita que afecte a otras variables. La incertidumbre por la tardanza en concluir la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, ha causado efectos de segundo orden, que pronto serán superadas.
Por su parte, el avance del empleo formal en el sexenio ha sido notable por lo que se debe a la formalización de empleos, antes informales, y a la generación de otros. O sea, México está originando nuevos empleos, mejor pagados y, sobre todo, con seguridad social.
A solo tres días de la elección presidencial en México, el peso sorprendió a los mercados con una apreciación de 45.25 centavos frente al dólar, la mayor ganancia registrada desde marzo del 2017, al cotizarse en 19.72 pesos por dólar.
(*)El autor es Economista
@acanovelez
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