“Excusatio non petita, accusatio manifesta”.
O lo que es lo mismo: Excusa no pedida, acusación manifiesta.
Hay razones de sobra para asumir que Héctor Yunes Landa privilegió sus intereses y los de su grupo, por encima de los de su partido.
No sería la primera vez.
Este fin de semana Héctor Yunes Landa difundió un artículo firmado por él, en el que se lamenta de que haya quienes, “sin haber movido un dedo en favor de nuestros candidatos -y escudados en el más cobarde anonimato- han difundido cuestionamientos a mi lealtad y a mi desempeño en el proceso electoral que recién concluyó”.
En su texto, Yunes Landa advierte que “el análisis (de la debacle priista) no debe hacerse desde la frustración de la derrota. Tampoco puede planearse el futuro del PRI desde la ambición personal de sus dirigentes y militantes”.
Y sin embargo él mismo admite que se empeñó en “llenar los espacios” y en “pelear posiciones”, porque él es leal a su equipo y a los que se la han jugado en sus proyectos, “de la misma forma que lo he sido con el Partido y quienes me han brindado su confianza”.
Y para que a nadie le quedara duda alguna, lo dijo con todas sus letras: “Debo señalar de manera enfática que no moví un solo voto en contra de mi Partido, ni el mío, ni el de mi familia, ni el de la asociación política Alianza Generacional a la que pertenezco”.
¿Ni el de su familia?
Su hija ocupó dos espacios para alcanzar un lugar en el Congreso local. Fue candidata de mayoría relativa, pero al mismo tiempo ocupó la segunda posición en la lista plurinominal. Ambas candidaturas, por el Partido Verde.
Podrá argumentar que su hija, mayor de edad, es libre de elegir el rumbo político que sus propias convicciones le dicten, pero tan comprometida con el proyecto de su padre como se le percibió en el 2016, difícilmente se puede asumir que tomó la decisión de abanderar a una opción política distinta a la que su propio progenitor le ha mostrado.
“El PRI –dice Héctor Yunes- el Partido al que representaré en la próxima Cámara de Diputados, seguirá siendo mi casa porque ahí me formé y ahí he tenido la fortuna de desempeñar los más diversos cargos de la administración pública y de representación popular”.
Y es cierto, ahí seguirá porque consiguó “llenar un espacio” en la lista de candidatos por la vía plurinominal (de esos que no necesitan hacer campaña casa por casa, poblado por poblado) para brincar del Senado a la Cámara de Diputados federal.
De no haber conseguido esa posición, es muy probable que finalmente hubiera cumplido aquella amenaza que ha sostenido proceso tras proceso electoral: “Si no me valoran en el PRI, hay otras fuerzas políticas interesadas en aprovechar mi capital político”.
Lanzó esa amenaza en el 2010, cuando le disputaba la candidatura a Javier Duarte. La repitió en el 2012, cuando exigía que se le diera la primera posición en la fórmula para el Senado. Amagó con abandonar el partido en el 2016, hasta conseguir que le dieran la candidatura al gobierno estatal.
Hay algo en lo que se equivoca Héctor Yunes. Los espacios no se llenan a partir de la búsqueda de grupos o actores políticos con “fuerza y liderazgo”. De ser así, tenía más derecho a esos espacios Pepe Yunes, el mejor candidato que pudo presentar el PRI en esta contienda.
Los espacios sirven para generar equilibrios, para demostrar inclusión y para reconocer esfuerzo, lealtad y compromiso con el instituto político, temas en los que muchos priistas lo superan.
Pero el debate es estéril.
Quienes sostienen que Héctor Yunes Landa traicionó al PRI lo seguirán pensando y sus señalamientos estarán sustentados en las posiciones de privilegio que consiguió para él, para su hija y para quien coordinó su campaña en el 2016, sólo por mencionar tres casos.
Héctor Yunes se plantará en su tesis de que quienes lo acusan de traidor “no movieron un dedo” en favor de los candidatos priistas, o sea, son los críticos de café, los “ardidos” porque no les tocó nada.
Ambos argumentos pudieran ser válidos.
Esa es sólo una parte del diagnóstico.
* * *
Epílogo.
Era el último día del mes de octubre en el 2016. Ya Javier Duarte había emprendido la huída y Flavino Ríos se había quedado como “encargado del changarro”. Alcaldes de distintos colores tomaron Palacio de Gobierno para exigir el pago de participaciones que habían sido retenidas por la Hacienda estatal. Al frente de ellos iba el entonces presidente municipal de Boca del Río, Miguel Ángel Yunes Márquez, quien además era el hijo primogénito del gobernador electo, Miguel Ángel Yunes Linares. *** Las vueltas que da la vida. Este lunes empresarios veracreuzanos e eplantaron en la antesala de la oficina del gobernador en espera de ser recibidos por el Jefe del Poder Ejecutivo. Se trata de empresarios veracruzanos a los que les debe el gobierno estatal. Miguel Ángel Yunes Linares, ahora gobernador en funciones, les ha dado largas y no les cumple. Así como esta historia se repite, así podrían darse otras coincidencias, y Pacho Viejo podría ser el escenario ideal.
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