Alma grande.
Ángel Álvaro Peña.
 

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Profeco, la cloaca del sexenio
2018-08-03

La cloaca que representa la corrupción en el país confirma que en México no falta dinero, sino que sobran ladrones y en la dependencia que encabeza el regiomontano Ildefonso Guajardo Villarreal, empezó a salir pus en las direcciones generales de la Profeco, al encontrar a José Guadalupe Aguirre Solís, Director de Verificación y Vigilancia, con 275 mil pesos en efectivo, cuando viajaba en una camioneta. Pero el funcionario de Profeco, que seguramente venía de extorsionar a los gasolineros, no estuvo mucho tiempo detenido, bastó una llamada de muy arriba para ser liberado. Una expresión muy clara de lo que se ha dado en llamar, y con mucha razón, la mafia del poder.


El funcionario Aguirre Solís, depende directamente de la oficina de otro regiomontano, Raymundo Rodríguez Diego, subordinado directo del procurador Rogelio Cerda Pérez, regiomontano también, quien estuvo al servicio del entonces gobernador de Nuevo León, José Natividad González Parás, relacionado con las irregularidades que hubo en la construcción de la Torre Administrativa, licitada en 2007, construida por una empresa subsidiaria de Odebrecht.


El Órgano Interno de Control aseguró que dará seguimiento al caso, para definir si existe responsabilidad. La extorsión de los funcionarios de la Profeco a las gasolineras, obteniendo millones de pesos diariamente, llega a la oficina de Cerda Pérez y es destinado a la guerra sucia contra Andrés Manuel López Obrador y su equipo.


Este hallazgo es sólo la punta del iceberg de las múltiples anomalías que existen en la Profeco. Hagamos un poco de historia.


Desde su inicio, la Procuraduría Federal del Consumidor surgió como una contradicción, más que un apoyo al comprador de bienes o servicios.


Nadie, con dos dedos de frente, podría imaginar la asociación de una procuraduría que castigara los excesos de los comercios y que, al mismo tiempo, dependiera de la secretaría encargada de subir los precios de esos mismos bienes y servicios.


Luis Echeverría inauguró la dependencia como una manera de cerrar con broche de oro un sexenio en el que se esforzó inútilmente por ser popular, equitativo, incluso socialista. Quería borrar la culpabilidad de la matanza de Tlatelolco e intentó ofrecer una oportunidad al desamparado consumidor.


El consumidor no se fortaleció con la Profeco, sólo se confundió, y los precios subieron dentro y fuera de la norma. Sin embargo, la existencia de Profeco se convirtió en el principal extorsionador del país, con disfraz de justiciera.


La presión que ejerció la Profeco contra comercios obligaba a los empresarios a darles canonjías a los empleados de la procuraduría. Así, los funcionarios de esta procuraduría actuaron como verdaderos coyotes, y viajaban gratis, comían en restaurantes de lujo sin pagar ni la propina, se hospedaban en hoteles de cinco estrellas sin desembolsar un peso. Todo bajo la amenaza de cerrar, de difamar, porque si los comerciantes o prestadores de servicios no cedían a las presiones simplemente su nombre iba a dar a una lista negra que la Revista del Consumidor se encargaba de difundir por todo el país. Por si fuera poco, quedaba registrado en un banco de datos que podría consultarse en el portal de la Profeco.


Es decir, la revista que debió servir para orientar el consumo era una trinchera contra los comercios o empresas que no permitían que sus funcionarios corruptos se aprovecharan de su posición, y llegaban al extremo de cerrar empresas, cancelando fuentes de empleo que estaban de por medio en su inmisericorde actuación.


La extorsión se institucionaliza en la Profeco convirtiéndose en una mina de oro para los funcionarios hasta sustituir a la Lotería Nacional como la caja chica del gobierno federal.


Anteriormente la Lotería servía para cumplir los caprichos más exóticos de la primera dama o de auxiliar financiero en campañas políticas difíciles, hasta que los excesos de los funcionarios quebraron una institución de Asistencia Pública.


Su lugar fue tomado por la Profeco, de donde, se asegura, se desvió mucho dinero hacia la campaña de Meade y actualmente sostiene buena parte de la guerra sucia que se ensaña con el próximo gobierno federal través de memes, rumores, chistes, especulaciones, mentiras, distorsiones, críticas infundadas, cuestionamientos ilógicos, buscan defectos inexistentes en los nuevos funcionarios, etc. El gran Mecenas de la guerra sucia contra Andrés Manuel López Obrador antes, durante y después de la jornada electoral es la Profeco.


Porque en el rubro de las gasolineras tienen amenazadas prácticamente a todas, a lo largo y ancho del país. Estén dentro o fuera de la legalidad las gasolineras que no aceptan pagar la renta de la corrupción, los encargados de Profeco, les cierran, los multan, y, por si fuera poco, los exhiben como lugares donde venden litros de 800 mililitros.


La estructura de Profeco no empieza o termina en las oficinas de José Vasconcelos No. 208, tiene su casa matriz en la Secretaría de Economía que encabeza Ildefonso Guajardo, quien llamó a un grupo de regiomontanos a perpetrar un gran fraude en nombre de la aparente justicia al consumidor mexicano.


La estafa orquestada en Profeco tiene como gran recaudador a Pedro Fernando Flamand Gutiérrez, coordinador general de Administración y cuyo jefe directo es el procurador y de él depende el director general de recursos materiales y servicios generales que es el Lic. Ramón González Dillon, también regiomontano, traído de su tierra por el propio procurador para que le hiciera bien las cuentas de lo que se extrae de los empresarios, principalmente propietarios de gasolineras, para darle curso adecuado. Es decir, a las campañas políticas del PRI, porque ahí también está el nombre de Gerónimo Sergio Gómez Cantú, Director de Adquisiciones y Obra, apodado el Maestro, yerno nada menos que del priista Enrique Jackson Ramírez, quien pide que le digan “maestro”.


Todo este proceso de depuración, distribución y limpieza de dinero de la Profeco se realiza por el personal de la Coordinación General de Administración, al mando de Pedro Fernando Flamand Gutiérrez, con más de 44 años de experiencia en la administración pública y orgulloso de pertenecer al Grupo Atlacomulco. Ahí se maneja todo el dinero que manda la Secretaría de Economía para Profeco, que no es poco.


La Profeco no es una dependencia para la población, es el medio a través del cual se hacen de dinero sucio los hombres del poder para hacerle la guerra a los enemigos políticos y en el trayecto del dinero, dale un pellizco para los bolsillos propios. Seguimos investigando. PEGA Y CORRE. - De la tierra donde El Bronco prometió cortar las manos los rateros, algunos de ellos debieron llegar sólo con una mano de su tierra, y otros ni con la derecha ni con la izquierda. Mancos… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.


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