Y no pararon ahí. Lo sucedido precisamente en el estado a donde Manuel Velasco regresó a “gobernar”, Chiapas, es otro ejemplo del desaseo con que los partidos se conducen, manteniendo prácticas anacrónicas, antidemocráticas y hasta ilegales. El escándalo por la renuncia masiva de mujeres electas para cargos edilicios y legislativos, cuyos lugares serían ocupados por hombres –entre éstos, un “dilecto” lacayo del gobernador, que se deja cachetear por él-, provocó tal indignación que hasta el INE tuvo que intervenir en este caso de diáfana violencia política y de simulación democrática. Promovida, para no variar, por el infame Partido Verde.
Desde hace años los partidos políticos en México sufren una degradación que en cualquier otro país ya hubiera obligado a replantearse el propio sistema de representación política. Pero aquí, se protegen a sí mismos para no perder sus privilegios, aunque en el discurso digan lo contrario y se rasguen las vestiduras jurando que ahora sí las cosas van a ser diferentes.
Baste ver en lo que pierden el tiempo nuestros nuevos legisladores: en discutir si hay o no bocadillos en las cámaras y edecanes que se los suministren; o en discusiones bizarras sobre quién es el más protagónico, el más soez o el más ignorante de nuestros representantes populares, cuya mayoría llegó al Congreso al igual que el burro que tocó la flauta. Pero eso sí, a la hora de discutir si de verdad se reducían sus jugosas dietas, se echaron para atrás.
Lo peor es que no se vislumbra que el sistema partidista en México vaya a sufrir la más mínima modificación ni siquiera en el mediano plazo. A la desaparición de algunas rémoras como Nueva Alianza y Encuentro Social, en breve seguirá el surgimiento de nuevas franquicias políticas, como la que ya se anuncia que regenteará la recién exonerada Elba Esther Gordillo. ¿Qué cambió entonces a partir del 1 de julio?
Se supone que fue precisamente para desaparecer este tipo de “cochupos” que millones de mexicanos votaron masivamente por un “cambio de régimen”. Pero en los hechos, el sistema que los panegiristas de la llamada “cuarta transformación” afirman a voz en cuello haber matado, goza de cabal salud.
Porque ésa es la verdadera e intocable “mafia del poder”.
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