Alma grande.
Ángel Álvaro Peña.
 

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Adiós a los inspectores
2018-10-19

La visión del nuevo gobierno radica en la tranquilidad y el equilibrio. Tranquilidad para la población y equilibrio para la política. Aunque hay algunos que no saben de dónde sacar los contrapesos, y en busca de estabilidad suelen desbocarse en críticas y dudas.


Desde luego que toda democracia exige rendición de cuentas y explicaciones sobre los hechos, pero en este caso lo que se hace con el próximo gobierno es descalificar todo lo que dice que se puede hacer, y no se dan cuenta sus críticos, que cuando empiece a gobernar Morena en Palacio Nacional, las críticas estarán más desgastadas que las propias disposiciones de gobierno y que las decisiones de la próxima administración.


Un claro ejemplo de esta serenidad en la que debe vivir cada residente del país es esa persecución, a veces de miedo, y muchas ocasiones terror, que experimentaba respecto a los inspectores, ya fuera de Hacienda, de Profeco, de Economía, de las autoridades sanitarias y de las que protegen el ambiente, solían mantener a raya a la población, no en orden sino amenazada.


El comerciante temía que un castigo injusto llegara al extremo del cierre de su negocio en la vía pública, y hasta las sexoservidoras eran víctimas de la extorsión de “las autoridades”, al gasolinero le daba miedo trabajar por no ser extorsionado por quienes aseguraban que expedía litros de 900 mililitros, sin tomar en cuenta muchas de las características físicas y químicas de los energéticos.


El mexicano sabe trabajar sin miedo, conoce las leyes, las respeta, pero si un inspector llega cada semana a cobrar una cuota, como si se tratara de derecho de piso, por hacerse de la vista gorda de probables excesos del comerciante, pues este tenía que violar la ley, alterar el orden para poder mitigar el gasto que implicaba darle a los inspectores sus propinas semanalmente.


En este tipo de tareas Profeco tenía un lugar destacado, porque con ello se demostraba demandar artificialmente, que los comerciantes eran corruptos, siendo que los verdaderos delincuentes estaban en Profeco, quienes extorsionaban lo mismo al dueño de una gasolinería, que al de un restaurante o al de un bar.


El presidente electo fue claro al decir que los inspectores de las dependencias federales ya no existirán en su gobierno. Esto no implica que no haya supervisión o que surja el desorden. Sólo entonces se sabrá si los comerciantes, si la gasolinerías cumplen con la ley, porque hasta el momento sólo se les ha descalificado, en nombre de la corrupción que implicaba cada visita de los inspectores.


En estos años se satanizó a gremios, se desprestigió a mexicanos responsables en nombre del cumplimiento de las leyes, y lo único que se hacía era hacer de la inspección una fuente de enriquecimiento ilícito que permeaba en todos los niveles a las instituciones que los priistas tanto defendieron en campaña, como si ellos las hubieran cubierto de gloria y honestidad.


En Durango, el presidente electo anunció que los inspectores de instituciones como el Servicio de Administración Tributaria, Salud, la Procuraduría Federal del Consumidor, entre otros, ya no existirán y que el ciudadano sólo tendrá que firmar un documento asegurando que “es consciente” de que debe actuar con rectitud.


“Ya no va a ser así, los inspectores se van a encargar de otras actividades, pero ya no van a andar revisando. Vamos a confiar en el ciudadano”, comentó Andrés Manuel López Obrador.


En México el inspector era eje de la corrupción, desde luego no todos trabajaban de esa manera, pero la mayoría buscaba esos cargos, que se subastaban al mejor postor. Se sabía que el dinero que implicaba la compra de esa plaza, se recuperaría muy pronto, y la corrupción iniciaba con la compra-venta de estos puestos que eran ganancia segura para los inspectores que además de todo carecían de capacitación alguna para realizar su tarea, simplemente eran inspectores y eso los hacía inmunes a cualquier error o improvisación.


Profeco en esto se llevaba la medalla de oro. Era común que en algún restaurante sus “inspectores” o simples empleados con credencial de la dependencia, comieran y hasta pidieran postres para llevar sin pagar, y sin que hubiera siquiera propina para los meseros, a quienes no trataban con cortesía sino como sus esclavos.


No hay restaurantero en la Ciudad de México que no le temiera a los inspectores de Profeco.


El caso de la Lady Profeco fue muy conocido, pero sucede todavía. La hija de Humberto Benítez Treviño,  titular de la Profeco, ordenó clausurar un restaurante en la colonia Roma, debido a que no le otorgaban la mesa que ella solicitaba, en abril de 2013.


La mujer de triste reputación fue denominada por los medios como “Lady Profeco”, y su nombre, Andrea Benítez, fue olvidado para tener que soportar un apodo que su prepotencia y autoritarismo le impusieron.


La acción le valió la destitución de su padre de la institución.


Sin embargo, no sólo eran los restaurantes y los bares donde los empleados de la Profeco hacían de las suyas en beneficio propio y de sus jefes, las gasolineras eran un objeto para la cúpula del poder en la Profeco, a grado tal que había cuotas en escalera, donde la cadena empezaba en el inspector y llegaba a grandes alturas.


En julio de este año, el caso del Director Nacional de Verificación y Vigilancia de la Profeco, José Guadalupe Aguirre Solís, fue por todos conocido. Tenía en su poder 275 mil pesos, cuya procedencia no pudo acreditar, por lo que fue puesto a disposición del agente del Ministerio Público de la Federación, por el presunto delito de lavado de dinero; sin embargo fue liberado luego de una llamada telefónica cuyo origen tampoco se pudo conocer, en la que pidieron que lo soltaran.


Por fin los inspectores se van y los comerciantes, los empresarios de todos los tamaños demostraron que no sólo conocen las leyes sino que saben respetarlas: no son menores de edad para actuar bajo amenaza ,ni beneficencia pública para mantener holgazanes.  PEGA Y CORRE.- Veracruz terminará el año con el récord de periodistas asesinados en el país. De 2000 a la fecha, se han registrado 139 periodistas asesinados, 20 desaparecidos y 52 atentados contra instalaciones de medios de comunicación. La verdad en la entidad es motivo de exterminio… 

 
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