De acuerdo a los estudios de alguna mentora, psicóloga o estudiosa que vio en mí una conducta de colisión entre ocupar una mano o la otra, ya fuera cuando estaba en el pupitre (izquierda) o ya fuera a la hora de pasar al pizarrín (derecha), ¡ups! ¡Al pizarrón… al pizarrón!, concluyó que tenía que tomar una decisión a fin de que no tuviera confusiones como para abrir puertas, cerrar llaves o saludar “con la otra mano”. Opté por la derecha, por mero convencionalismo.
El hemisferio derecho, entonces, encomendó a la mano izquierda la tarea de escribir, dibujar, pintar, pero con la consigna de realizar otras actividades que igual hace la derecha, encargada de hacer trazos, líneas, diagramas, planos, ¡y ya no les digo cuál otra chambita! Y si bien, pareciera que las actividades están equitativamente compartidas, lo cierto es que mi izquierda tiene una total dependencia de mi derecha que es la que más trabaja, pues es la que maneja el photoshop, la que toma el martillo, el cuchillo, la que prepara alimentos y bebidas, etcétera.
Bueno, siendo honestos, se podría decir que mi derecha tiene también derecho por ser la que más trabaja, a los mejores placeres y mi zurda, no sé, le toca la tarea más pesada que por ser de tema escatológico, he de dejar a su imaginación. En pocas palabras, si hablamos de labores, el 70 por ciento de éstas las realizo con la derecha y el resto con la izquierda.
Cosas de la vida, lo que antes era una tarea exclusiva y de relevancia para mi actividad, como era escribir, la tecnología democratizó este asunto con una máquina de escribir y luego con una computadora, cuyos teclados compartían la labor de escribir hasta de cierto modo equitativo. Entonces me di cuenta de una cosa, mi caligrafía se fue deformando… los rasgos sinuosos, curvos, firmes y suaves, dependiendo de la palabra o incluso, hasta de la pluma fuente que utilizara, empezaron a volverse toscos, burdos, soeces, que quien hubiera leído una carta de mi puño y letra en ese momento, hubiera dicho: “¡Éste es Doctor!”
Preocupado, acudí con otra mentora, psicóloga o estudiosa, para que me ayudara a entender qué es lo que me estaba ocurriendo, quizás un poco preocupado por algún posible reumatismo o una artritis que provocara este anquilosamiento en mi mano.
Tras diversos estudios, análisis y hasta intercambio de opinión con algunos colegas suyos de Venezuela, Bolivia ¡y hasta rusos!, llegó a la conclusión que en términos de salud, mi siniestra estaba totalmente sana, y recomendó que dejara de ocupar la derecha en mis actividades cotidianas para darle paso a mi izquierda.
Seguí sus consejos… cambié el “ratón” a mi izquierda y empecé a trabajar el Photoshop “con la otra mano”; entré a la cocina y el cuchillo, las tenazas, el abrelatas, todo, eran de uso exclusivo para mi zurda… sí, he de confesar que mi derecha se rebeló a cierta actividad de corte escatológico pero como era oposición, se tuvo que aguantar… sin embargo, a la hora de tomar la pluma para realizar las actividades relevantes para mi vida, tanto laboral como artística, como escribir, pintar, dibujar, simplemente no, seguía delineando esperpentos…
Volví a acudir con esa mentora, psicóloga o estudiosa, y tras una revisión exhaustiva, llegó a una conclusión… tantos años con la derecha, había creado a una izquierda resentida que no sabía lo que tenía que hacer ahora que era la que mandaba en mi vida…
Cualquier coincidencia con su vida, sin que sea zurdo, es culpa de mi siniestra…
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