La gota que derramó el vaso fue el atentado contra un centro nocturno en Coatzacoalcos, donde murieron 30 personas. La tragedia conmovió al país y más allá de nuestras fronteras, el mundo volteó a ver hacia Veracruz como un lugar donde la vida está en peligro.
Veracruz es uno de los estados que puede captar una gran cantidad de turistas nacionales y extranjeros; sin embargo, se ve como un campo minado para la seguridad de quienes atraviesen por su territorio, gracias a un pleito que en lugar de solucionar los problemas de la entidad, los agravaron.
Las expectativas de los veracruzanos están puestas en las acciones de gobierno, es decir, esperan que la gubernatura reaccione para emprender una diferente manera de gobernar. Esta nueva etapa no debe significar la ponderación de una victoria sobre el enemigo fiscal sino contra el verdadero enemigo que es la delincuencia.
Los embates de la delincuencia no se dirigen a la casa de gobierno o a la fiscalía, el objetivo es la gente. De otra manera no puede haber impacto social que cuestione el liderazgo tanto del gobernador como del fiscal. La reiterada agresión de los delincuentes obligó al propio Presidente de la República a perder la confianza en las instancias que deben meter orden en la entidad, luego de haber sido una de las que mayores consideraciones tenía de parte del jefe del ejecutivo.
La guerra entre el fiscal y el gobernador no ha terminado. El gobernador sigue argumentando que la delincuencia crece en el estado debido a que la impunidad era propiciada por Jorge Winckler, éste, por su parte, aseguraba que había complicidad del gobernador con los grupos delictivos, responsabilidad que también afirmaba el propio gobernador contra el fiscal.
Ambos seguirán peleando como lo han hecho siempre: el fiscal quiere recuperar su cargo y el gobernador quiere dejarlo al margen del presupuesto. Lo cierto es que el enemigo está en otro lado y, al parecer, todavía no se dan cuenta ninguno de los dos.
Mientras haya diferencias tan intensas, enemistades tan directas y fuertes, la delincuencia en Veracruz seguirá avanzando y toda acción ilegal corre el riesgo de coronarse con la impunidad. El drama de los familiares de las víctimas crea una insensibilidad que debería ser sancionada. Tanto gobernador como fiscal o ex fiscal, deben considerarla como negligencia que no puede permitir impunidad. Si la negligencia se castiga será el principio de la contención de una delincuencia que puede desbordar toda autoridad.
En medio de este pleito entre dos funcionarios públicos y el derramamiento de sangre que ha existido en la entidad, está el grave cuestionamiento a la democracia en el país. Porque si un gobernador deja de gobernar para dedicar parte del tiempo que debe a los veracruzanos en rencillas personales, está poniendo en entredicho el quehacer de los cargos públicos de elección popular.
Los veracruzanos votaron para transformar la realidad de su entorno, sobre todo después de un par de administraciones que saquearon las arcas y permitieron que la delincuencia tomara plazas como propias. Es decir, la esperanza motivó un cambio que no ha ocurrido. Un cambio de sistema, pero también de trabajo que debe actuar de manera inmediata ante las adversidades que tanto gobernador como fiscal, conocen de sobra. PEGA Y CORRE.- El secretario de Gobierno del estado de Veracruz, pide seriedad en asuntos que son un drama. Nadie está bromeando en cuanto al dolor de los familiares delas víctimas. Eric Cisneros, tampoco sabe qué contestar ante tanto absurdo. Es hora de transformar en serio… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
angelalvarop@hotmail.com |