Más allá de las cifras, basta darse una vuelta por las instalaciones de cualquier institución pública de educación superior, particularmente en las entidades federativas, para encontrarse con las múltiples carencias que padecen en materia de insumos e infraestructura educativa, en mayor o menor medida, dependiendo del estado y la universidad o instituto que se visite.
En este marco, este miércoles al menos unas 25 universidades estatales –incluida la Universidad Veracruzana- se fueron a un paro de 24 horas en demanda de mayores recursos, pues los draconianos recortes y restricciones presupuestales aplicados por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador a la educación superior han provocado una severa crisis financiera en al menos nueve de estas instituciones, en las que ya no tienen ni para la nómina.
Uno de los problemas que se aluden es que mientras en algunas de estas universidades se incrementó la matrícula de estudiantes, no hubo un aumento presupuestal proporcional que permitiera cubrir las necesidades que esto generó. Y la consecuencia fue un desequilibrio que ha puesto en riesgo su funcionamiento mismo.
Considerando que el Gobierno Federal actual se dice de izquierda y que muchos de sus integrantes provienen, precisamente, del activismo universitario, se pensaría que podría haber cierta sensibilidad hacia una demanda que pudiese significar una mejora en el desarrollo de la educación profesional del país. Pero resulta que no.
La respuesta inmediata y lapidaria del presidente Andrés Manuel López Obrador –cuya carrera política se construyó, completa, a partir de la protesta callejera y la toma de instalaciones y vías de comunicación públicas- fue que su gobierno no estará “a expensas de chantajes”.
Y fue más allá. Acusó que el paro de este miércoles –que no afectó ninguna vía de comunicación ni la actividad productiva del país, aunque dejó sin clases a unos 300 mil estudiantes universitarios- fue a convocatoria de “grupos de presión y así no es ya la cosa. Ya se cambió”.
Vaya que hay un cambio. Pasándose por el “arco del triunfo” la autonomía universitaria, López Obrador pidió a las universidades dejar de pagar congresos, intercambios, estancias en el extranjero y conferencias, demostrando además su supina ignorancia sobre lo que implican los procesos académicos de enseñanza, extensión y vinculación.
Pero no fueran “normalistas” robando camiones y secuestrando choferes, porque hasta plazas les regalan. El presidente que tardó 14 años en titularse de una licenciatura mandó al diablo las instituciones…pero esta vez a las de educación superior.
Y muchos de esos académicos que hasta hace muy poco –específicamente en las últimas campañas electorales- salían “en defensa de la universidad” pública, ahora están calladitos, calladitos.
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