Como ninguno está entre nosotros sólo queda especular y pienso que José María Morelos le reprocharía su falta de humildad y su soberbia. “La soberbia es debilidad mientras que la humildad es fuerza y tu estás trastocando los términos”. Seguro que así le diría.
Miguel Hidalgo lo amonestaría por vivir en un Palacio como un virrey, y con más lujos que sus antecesores que vivieron en Los Pinos.
Francisco I Madero le expresaría su decepción por no manifestarse abiertamente contra el golpe a la democracia que acaba de acomodarle Jaime Bonilla a Baja California. Y por no hacer nada por evitarlo.
Lázaro Cárdenas le estaría reprochando la construcción de una refinería en un lugar impropio como Dos Bocas; una refinería que (para acabarla de fregar) está condenada a no refinar ni un litro de aceite.
Este domingo desde Palenque López Obrador dijo: “Creo que vamos bien, ese es mi balance, no hay nada que temer. Vamos muy bien porque estamos cumpliéndole al pueblo y el pueblo nos está apoyando; nos está respaldando.
“Ya vamos a la capital de la República, al sitio donde vivo en Palacio Nacional, a ese lugar de tragedias y de grandezas. Desde ahí se han llevado a cabo transformaciones muy importantes para la vida pública de México. Por eso es un timbre de orgullo vivir en Palacio Nacional donde vivió el mejor presidente de México, Benito Juárez García”.
Pero sería Juárez, su ídolo, guía y maestro quien más lo fustigaría si pudiera refutarlo en sus conferencias. “Dijiste que tendrías un gabinete como el mío y ninguno de los pelafustanes improvisados de tu primer equipo tiene la grandeza de Guillermo Prieto o Lerdo de Tejada. Te dices liberal pero eres un retrógrada conservador; más mucho más que aquellos a los que tachas de conservadores. Para colmo eres intolerante y sectario; yo escuchaba a mis opositores y les tenía respeto. Tu los descalificas y humillas sin darles derecho de réplica” y por ahí se iría el benemérito.
Si Madero y Juárez mintieron, nunca lo hicieron con el descaro de Andrés Manuel que dijo sin tapujos “creo que vamos bien” cuando no se puede ir bien con una economía que en once meses creció 0.0 por ciento, es decir, que no creció un ápice. No podemos ir bien cuando la delincuencia se ha apoderado de más de la mitad del país; ni cuando el desempleo crece, ni cuando por inseguridad o falta de liquidez se cierran cientos de fuentes de empleo, ni cuando bajan las exportaciones; ni cuando nos damos cuenta que la educación se entregó a unos pelafustanes disfrazados de líderes magisteriales, ni cuando soldados, marinos y policías tienen impedido repeler ataques de los criminales.
Cuando hay todo eso no podemos ir bien.
AMLO vive en Palacio Nacional porque de ese edificio emana la fuente del poder y él es un ambicioso del poder. También vive ahí porque en efecto ahí vivió Juárez a quien desea igualar en grandeza; pero para su mala fortuna ésta no se trasmite por ósmosis.
Por eso se me figura que los héroes que atestiguan sus conferencias mañaneras lo miran con enojo y lamentan que los tenga de ejemplos.
Para fortuna de Andrés Manuel no están entre sus héroes favoritos ni Francisco Villa ni Emiliano Zapata que sin duda lo mirarían muy encabronados y con mal disimuladas ansias de pasarlo por las armas. Y es que cuando se trataba de castigar a los malos gobernantes, ninguno de estos dos revolucionarios se andaba con remilgos ni con madres.
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