Esos personajes, que no son periodistas -pero reciben una acreditación como tales por parte de la oficina de Comunicación Social de Presidencia de la República, que dirige Jesús Ramírez Cuevas, para poder acceder a las conferencias del presidente-, están ahí con una consigna clara: defender cualquier acción del actual gobierno, incluso hasta la ignominia. Son lo que popularmente se conoce como “paleros”, aunque su nivel de abyección es tan grande que bien se les puede catalogar como bufones, porque es de risa escucharlos y leerlos ponerse “de tapete” del poder.
Pero la función de estos bufones no es tan divertida. Están ahí para obstruir, diluir y si es posible reventar la participación de los que sí son periodistas y acuden -porque ése es su trabajo- a esos cada vez más patéticos ejercicios en los que el gobierno dialoga con su ombligo.
Sin representar a ningún medio importante y a veces ni siquiera a alguno real, ocupan las primeras filas y reciben turnos preferenciales para preguntarle al presidente cosas tan “relevantes” como su opinión sobre el resultado de la Serie Mundial de béisbol, su estado de salud aunque parezca “corredor keniano” y, en especial, para darle la oportunidad de golpear a los que llama “adversarios” con preguntas a modo que, sin un gramo de vergüenza, han llegado al extremo de ponerse a leer, porque ni siquiera son capaces de estructurar mentalmente las instrucciones que reciben, evidenciando que en su vida han hecho nada cercano al trabajo periodístico real.
El despropósito mañanero más reciente fue la inclusión de un hombre que sube videos a YouTube –y que por ése solo hecho el gobierno le concedió la categoría de “periodista”- en los que alaba a la “4T” y que se hizo viral en redes por uno en el que, literalmente, mandó “a chingar a su puta madre” a cualquiera que critique o esté en desacuerdo con el lopezobradorismo.
En los estados de la República también existen estos esperpentos. En Veracruz, un deleznable mercenario “comechuletas” que antes “prestó sus servicios” para Miguel Ángel Yunes Linares y Javier Duarte de Ochoa, ahora envía sus correos electrónicos ensalzando al gobierno de Cuitláhuac García Jiménez e infamando a sus críticos, a sus adversarios políticos y a cualquiera que pueda representar un riesgo de señalamiento negativo hacia la actual administración estatal.
Lo más grave en este caso es que ese sujeto dispone de información privilegiada para hacer el trabajo sucio, como fue evidenciado la semana pasada en un email en el que difundió fotografías del rescate de un reportero en la ciudad de Nanchital, al sur de la entidad –cuyo plagio quiso “justificar” al involucrarlo con el tráfico de drogas-, material que solo el mismo gobierno estatal pudo haberle proporcionado.
Mientras el discurso oficial “cuatroteísta” habla de respeto al disenso y a la libertad de expresión, los hechos muestran la verdadera cara de un régimen intolerante y opaco, que lo único que quiere escuchar es la adulación de sus bufones.
Con razón no saben –o hacen que no saben- que en México siguen asesinando periodistas.
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