Pero en cambio, ¡ver para creer!, don Cuitláhuac decidió imitar al dirigente estatal del PRI, Marlon Ramírez Marín, quien a falta de recursos el año pasado se dedicó personalmente a andar pintando fachadas de edificios tricolores, y ahora el gobernador salió el domingo con que junto con algunos de sus colaboradores y algunos diputados anduvo pintando fachadas de casas en El Tajín, municipio de Papantla.
El argumento para su acción fue que con ello tratará de rescatar la cultura prehispánica de la participación comunitaria en la solución de sus propios problemas, y, ya encarrerado, anunció que la tarea se hará todos los fines de semana y días de descanso obligatorio, y que tendrán que participar los secretarios, funcionarios y diputados. ¡Sopas!
Que se fomente la participación comunitaria no está mal. En efecto, esto equivale al tequio,que se practicaba en las sierras de Zongolica y de Chicontepec, pero que ya prácticamente desapareció con la emigración de los jóvenes de las zonas serranas y rurales a Estados Unidos, quienes han adquirido otro modo de vida y para nada volverán a hacer lo que sus padres y sus abuelos: trabajar de gratis los fines de semana para ayudar a sus comunidades.
Es una triste realidad, pero en los pueblos serranos y rurales de Veracruz prácticamente ya solo quedan personas de la tercera edad, ancianos, los que no se atrevieron o no pudieron emigrar. Incluso comunidades cercanas a Xalapa quedaron convertidas en pueblos fantasmas porque se fueron prácticamente todos, de tal forma que con lo que pretende ahora el gobernador pondrá a trabajar a quienes ya lo han hecho toda su vida y estarían a la espera, eso quiero creer, de que por fin les llegue la justicia social del gobierno para disfrutar de una vejez placentera; pero no.
¿Es que acaso los problemas de Veracruz se van a resolver con que los funcionarios pinten fachadas, o hagan como que las pintan, los fines de semana en comunidades serranas o rurales? Cosa de recordar que en su momento hicieron lo mismo, aunque solo para la foto y para dar una imagen de poseer una sensibilidad social que nunca tuvieron como gobernantes, Fidel Herrera Beltrán, Javier Duarte de Ochoa y Miguel Ángel Yunes Linares, de lo cual hay testimonios gráficos.
¿Es que piensan los funcionarios, hombres y mujeres, que alguien les va a creer que su acción es realmente sentida cuando, ¡qué horror!, jamás se atreven a mancharse las manos para pintar sus propias casas y pagan para que alguien se los haga?
¿Los diputados? Si traen chofer propio, tienen estacionamiento privado, pagan para que les laven sus vehículos, algunos se lavan las manos con alcohol luego de que saludan a personas de condición humilde. ¿Ellas? Si tienen “sirvientas” que las atiendan y les hacen el trabajo doméstico para que no se dañen la piel de las manos, la pintura de las uñas, para que no se les caigan las costosas cremas que usan. Pura hipocresía y ridiculez.
Lo curioso, muy pero muy curioso, es que los que participaron el domingo, nadie, hombre o mujer, llevaba ropa de faena, un pantalón “viejito” o una camisa ya desgastada por si los salpicaba la pintura y se las manchaba, no, sino que, ¿qué creen?, todos iban ¡uniformados! con pantalón azul marino o de mezclilla del mismo tono y estrenando playera con el color de Morena, expresamente mandada a imprimir, con grecas blancas aztecas rodeando la falda de la prenda y la leyenda: “Orgullo Veracruzano”. Solo faltó que dijera: “Vota por Morena”.
Y otro qué creen: todos lucían en las fotos impecablemente limpios, que si de veras hubieran pintado como Dios manda se hubieran salpicado de pintura y las manchas se hubieran notado en sus relucientes playeras.
Andan ya en campaña preelectoral, sin duda alguna, con miras a la elección de 2021 y están utilizando a los indígenas para sus fines bajo la fachada de que les llevan un beneficio. Mientras descuidan los graves problemas del Estado como la inseguridad (en Córdoba y Orizaba no ganarán) y el galopante desempleo, más la falta de inversiones y de medicamentos para combatir el cáncer, más el abigeato y el cierre de tiendas y empresas por la falta de circulante, más el dengue y la influenza y más todo lo que usted ya sabe.
En 2004 ya era gobernador electo Javier Duarte. En el mes de septiembre hubo una gran inundación en Tlacotalpan y en otros pueblos y ciudades del Estado. Critiqué entonces que, a punto de suceder a Fidel Herrera, no se apareciera por algún lado para ir a apoyar o siquiera a solidarizarse con los miles de damnificados.
En respuesta a la crítica, sus genios de imagen lo llevaron a un lugar de Los Tuxtlas donde había una laguneta, lo pararon en la orilla y le tomaron fotos diciendo que se desvivía por ayudar a sus paisanos en desgracia. La falsedad se notaba en que lucía como un palomo, con ropa impecablemente blanca (pantalón y guayabera), sin una mancha, al igual que un caro sombrero que portaba. Volví a la carga y comenté que siquiera le hubieran embadurnado la ropa de chocolate para que dijeran que era lodo.
Así son todos pero ya en el poder, porque como simples ciudadanos nunca trataron de ayudar siquiera a sus vecinos ni a fomentar el trabajo comunitario. Llegué a pensar que los actuales serían diferentes. El domingo comprobé que no (cuando el gordo Duarte llegó al poder tomó represalias en mi contra por las críticas. Los cuitlahuistas al menos hasta ahora han sido respetuosos conmigo). |