Aquel episodio fue conocido el “pase de charola” del régimen priista a los empresarios, que gustosos “pasaron a Belén cantando” con sus chequeras, pues en ese entonces era impensable decirle que no al Presidente de México. Claro, a cambio recibieron prebendas, privilegios y jugosos contratos otorgados por el mismo gobierno como premio a su “compromiso” con el partido oficial, que para el sistema era un sinónimo del país. Y porque de gratis, nada, además.
La noche del pasado 12 de febrero, se celebró en Palacio Nacional una cena convocada por el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, a la que acudieron 100 de los más importantes empresarios del país.
El objetivo también fue tan concreto como el de hace 27 años: “pasarle la charola” a estos empresarios. Aunque esta vez no para financiar una campaña –o al menos eso dicen, porque este mismo año comienza el proceso electoral rumbo a los comicios intermedios de 2021- sino para “apoyar” de “manera voluntaria” la compra de billetes de la Lotería Nacional para la “rifa” –ahora llamada “conmemorativa”- del avión presidencial, cuyos recursos juran se destinarán a la “asistencia pública, hospitales y adquisición de equipo médico”. Rubros para los que, se supondría, tendría que existir un presupuesto público asignado para su atención.
A la cena de 2020 asistieron algunos que estuvieron presentes en aquella de 1993, como Miguel Alemán Velasco; o el hijo de quien más aportó hace más de dos décadas, Emilio Azcárraga Jean, cuyo padre se consideraba a sí mismo un “soldado del presidente” y del PRI.
Por supuesto, no podía faltar Carlos Slim Helú, el hombre más rico del país y alguna vez del mundo, hoy converso a la “fe” de la autodenominada “cuarta transformación”, igual que en su momento fue ferviente “creyente” –y beneficiario- del salinismo. Y otros más como Carlos Bremer, el indulgente comprador de la mansión del presunto traficante Zhenli Ye Gon y uno de los artífices de la bursatilización con la que Fidel Herrera y Javier Duarte hipotecaron el estado de Veracruz.
Esta vez, a los magnates se les dio a escoger entre algo así como “membresías” para el “club de la 4T”, que iban desde los 20 hasta los 200 millones de pesos por cabeza. Según lo dado a conocer por el gobierno, se comprometió el pago total de mil 500 millones. Nada mal para una cena de tamales de chipilín.
Hoy, como ayer, el acto es el mismo: la extorsión institucionalizada, encabezada por el Presidente de la República, para sacarle dinero a los empresarios que a cambio, mantienen a salvo sus negocios de una “chicanada” desde la Unidad de Inteligencia Financiera y, como premio adicional, hasta reciben más contratos del gobierno. Y por adjudicación directa, faltaba más. Pregúntele a Ricardo Salinas Pliego si no.
Lo bueno que iban a separar al poder político del económico. Y que ya se “acabó la corrupción”.
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