En Veracruz, derivado de esta necesidad de reposicionar a AMLO con las mujeres, pensarían en la medida emergente de colocar a Rocío Nahle en vez de Ricardo Ahued para la eventual sustitución de Cuitláhuac García, después de que cumpla su segundo año de labores.
En el caso de Tabasco lanzarían a Mónica Fernández, actual Presidenta del Senado. Buscarán, (en el afán de continuar con la estrategia), apuntalarla rumbo a la gubernatura. AMLO sería el encargado de “planchar” a los morenistas Evaristo Hernández Cruz y Fernando Mayans Canabal, para que no “hagan olas de más”.
Delfina Gómez para el Estado de México, pues la última vez casi le arrebata el triunfo a Alfredo Del Mazo, lo cual implicaría dejar fuera de la contienda tanto al Senador Higinio Martínez como al Subsecretario del Trabajo, Horacio Duarte, ambos alfiles leales de AMLO.
No importa lo que cueste ni las susceptibilidades que se hieran: el objetivo es, me dicen, generar la imagen de que AMLO es el más feminista de los últimos tiempos, y combatir así, el flagrante alejamiento que tiene con más de la mitad de las mujeres en el país, situación que sin exagerar, lo puede llevar al hoyo.
Evidentemente el asunto es un tema de apariencias, de buscar “tapar el sol con un dedo”. La auténtica preocupación en Palacio Nacional y Morena radica en que sin las mujeres, el proyecto perderá (de acuerdo a sus números) cuando menos la mitad del dominio que tienen en San Lázaro, el Senado y las legislaturas estatales. Así de contundente.
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