Es evidente que México vive una macro crisis de tres aspas. La crisis de la pandemia, la crisis económica y financiera, y la manifiesta y creciente crisis política. Las tres han sido aceleradamente agravadas por la incompetencia administrativa, operacional y de gestión del propio gobierno federal. La política unidireccional y unidimensional ha demostrado, desde hace más de treinta años, su impertinencia. Buena parte de los problemas de miseria, hambre, exclusión, falta de servicios y avasallaje de la Federación se fueron gestando en todo ese tiempo.
Bajo la conducta del “no pasa nada”, el tiempo oculta todos los males y la mejor política es la que se resuelve con dinero en mano; hicimos un país de clientes y concesiones. No es gratuito que los partidos y gobiernos en turno gobiernen con sus clientelas y reciban estridentemente el apoyo de los que detentan las concesiones públicas. Las ideas fijas, la exclusión y los gobiernos sectarios nos han llevado a esta situación de confrontación y caos. En tanto la sociedad anhela acomodaticiamente milagros.
Señalados los riesgos crecientes de la pandemia y el hundimiento económico, asoma ya como un iceberg la crisis política. No sólo manifiesta hacia la preparación de la elección del 21 y la revocación del 22, sino también en la confrontación desde el año pasado de los estados con la Federación. Al tiempo que los opositores –que son bastantes y dispersos, y cubren buena parte del territorio nacional–, el bastión gubernamental es dirigido y defendido por un solo hombre. No parece realmente tener compañeros de viaje y mucho menos de propósitos.
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Sin duda, en la arena política, más temprano que tarde, se definirá el desenlace de la crisis gestada desde finales de 1980. Los mexicanos aprendemos lentamente y poco. No tenemos presente la historia. Olvidamos el ayer mediato. Y las horas que transcurren creemos que sólo son nuestras.
Nuestras tribulaciones consumieron buena parte del siglo XIX y casi veinte años del inicio del siglo XX. Los últimos treinta los hemos debatido bajo dogmas e ideas acríticas, viviendo nuestro estancamiento y aspirando al progreso de otros que hace tiempo cambiaron. Hoy nos toca enfrentarnos a nuestra realidad y desatino. Ojalá haya sensatez y cordura, de otra manera ya sabemos que la violencia generalizada ha sido compañera permanente de nuestras desventuras.
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