Si treinta millones de incautos votaron por López Obrador es porque prometió que una vez que llegara a la presidencia acabaría con la violencia en un año y como no pudo pidió otro año más. Ya estamos a la mitad de ese año y la violencia no sólo no ha decrecido, sino que sigue hacia arriba.
Con lo que sí está acabando Andrés Manuel es con instituciones que mal que bien pero funcionaban.
Recortar el presupuesto al sector Salud no solo fue un yerro sino un acto criminal y el resultado lo estamos viendo con la pandemia del coronavirus que sacó a flote infinidad de carencias. Pero como contrapunto y a pesar de ellas, el personal médico trabaja con un profesionalismo más allá del juramento hipocrático salvando vidas, lo que debería provocarle vergüenza... si la tuviera.
El mes anterior 12.5 millones de burócratas dejaron de percibir ingresos y en el último trimestre se fueron a la calle más de un millón de trabajadores. Sin embargo, Andrés Manuel no ha tenido siquiera una palabra de esperanza para ellos.
¿Por dónde comenzará a reintegrar a los desempleados a sus puestos de trabajo? ¿Por dónde comenzará a generar nuevos empleos? ¿Cómo le va a hacer para empujar hacia adelante a la economía?
Quién sabe.
Su obsesión es construir un tren con el que le pegará en la torre al único pulmón natural que tenemos, un aeropuerto al que le estorba un cerro y una refinería que antes de su inauguración ya es obsoleta.
En su visita a Veracruz habló mucho y no escuchó a nadie. No escuchó a los agricultores que tiene problemas para poner en el mercado sus productos; no escuchó a los constructores; tampoco a los enfermos de dengue a los que nadie hace caso; no escuchó a los prestadores de servicios turísticos, ni a los micro y pequeños empresarios; no escuchó a los obreros, a los campesinos, ni a las madres de los secuestrados y desaparecidos. No escuchó a la sociedad veracruzana entera que está pidiendo paz y tranquilidad en sus ciudades y hogares y no en los sepulcros.
De hecho, ni siquiera tuvo unos segundos para aceptar un documento que le quisieron entregar los familiares de las treinta víctimas del bar El Caballo Blanco y solo alcanzó a decirles, ya cuando iba en su camioneta, “Pronto habrá justicia, la justicia es lenta pero llega”. Y se fue.
Para lo que sí tuvo tiempo fue para soltar aquella arenga inolvidable a favor del gobernador Cuitláhuac García, a la que al día siguiente agregó los nombres de Rocío Nahle y Manuel Bartlett, como personas honestas y trabajadoras que lo están ayudando a realizar su cuarta transformación. ¡Válgame Dios!
Lo que es un hecho incontrovertible es que en 18 meses de López Obrador al frente de los destinos del país, estamos peor que con cualquiera de los gobiernos que lo antecedieron ya que no ha podido con la inseguridad y la violencia, los problemas en el rubro de la Salud, el desempleo, la educación y el sustento para los mexicanos a pesar de sus programas sociales.
En síntesis, el señor se perfila para resultar todo un fiasco.
En relación a lo que dijo sobre Cuitláhuac García, uno de mis dos lectores me escribió: “El mensaje del presidente fue muy claro: Es cierto que Cuitláhuac es incapaz, inoperante, torpe y falto de carácter. Es cierto que permite la corrupción y el desvío de recursos. Es cierto que se ha hecho guey con los delincuentes y por eso Veracruz es más violento que antes. Es cierto que ha violado la ley y ha permitido de manera grosera el nepotismo. Pero es honesto y es una bendición que ustedes paisanos veracruzanos, lo tengan como gobernador. Así que jódanse”.
Y sí, al parecer no queda de otra.
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