Espacio 13.
Alfonso Mora Chama.
 

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2020-07-29

*Corazón destrozado, lágrimas y dolor mucho ante la injusticia de quienes en ese tiempo manejaban las leyes…


*Salimos adelante demostrando nuestra inocencia y víctimas de los políticos-delincuentes que hoy gozan de su dinero manchado de sangre


“Cuántos Pablos inocentes en los ceresos a causa del poderoso vengativo”


Héctor Manuel no puede ser más preciso sin dejar de sentir, plasmar y vomitar el coraje que sentía en el encierro brutal, lugar de tortura y martirio, hasta muerte en la condena perpetua, que significa un cereso, penal, cárcel o como se le quiera llamar. Lo leemos con tristeza cuando pensamos cuántos Pablos de los que habla en su libro “El Viejo Parque”, sufren ahí, no podemos decir que viven porque sería irónico…mientras que sus verdugos, políticos en el poder temporal los convirtieron en carne de prisión para cubrir sus arbitrariedades, robos y traficantes de todo…


   Ese enano mental a que se refiere mi paisano Héctor, y la camarilla del mismo enano mental, políticos malvados y perversos, son los auténticos delincuentes que han dañado a Veracruz y al país, solapados por la justicia y los congresos de los Estados y el de la Unión, bajo la impunidad, alcahueta de todos ellos que los convierte en millonarios sin que nadie les moleste o les reclame sus fechorías. Parece ser que el presidente de los mexicanos, Andrés Manuel López Obrador, llevará esta lucha con la seriedad que amerita con los descarados robos y negocios ilícitos, mientras que muchos se encuentran pagando delitos no cometidos, como el Pablo de la historia de Héctor Manuel, parecida a la suya.


Es la historia verídica, sin más palabras, sin menos, que no digan y expresen el martirio de casa reo, habitante de los penales del país, pésimas condiciones de vida y falta de atención médica, uno de los graves problemas en donde el sentenciado o no, se convierte en un número, deja de ser un ser humano para ser tratado peor que los animales…en muchos de los casos, como el de Pablo por la mala o controlada administración de la justicia, en la investigación de los delitos llegando a la violación de las garantías legales, esto solamente, en especial parte, combatiendo la impunidad.


   Palabra de sueño, de ilusiones, de justicia, anhelada impunidad.


    En el caso de Héctor Manuel Riveros Hernández, no tenía por qué justificarse, que no sea solamente ante el juicio de la sociedad, a veces cruel, a veces tormentosa, porque conocemos su honestidad demostrada en los tiempos de niñez y adolescencia en su natal Teocelo…de familia de trabajo y él desde chavo en las labores del campo, cafetales principalmente, del negocio de sus padres, una nevería que hasta la fecha se conserva, si, con otros propietarios pero con la identificación de Israel, él, Gilberto el “mochas”, Martha, su hermana…posteriormente con Arturo, gran amigo y que murió cuando su hermano Héctor sufría la injusticia que el mismo “seco” se encargaba de demostrar…


Fuimos vecinos en los años 60, en el suelo del Dios Tigre, pleno centro de esta ciudad centenaria, incluso doña Nestora, quien atendía el negocio El Nevado, me llamaba sobrino, comentaba la santa señora que por mi padre familiar suyo…como fuese, acudía todos los días al Nevado, la vieja rokola que escapaba de sus negros discos de vinilo, las notas musicales de “El Nido” y “Mi Razón” de la Sonora Santanera, como  “Nuestro Juramento”,  “Fatalidad”, “El aguacate” o “Flores Negras”, que los novios con una moneda de a peso, o dos pesos, dedicaban a la ingrata, a la guapa y caprichosa novia, quizás por lo fuerte de la melodía…insolente novia.


   De ahí, de la nevería recuerdo perfectamente bien, salía “Mochas”, nuestro compañero de la secundaria, a vender sus paletas, no lo esconde, se le escapa el orgullo y la nostalgia al recordarlo, trabajo humilde pero honesto, de los seres con valores y principios como los tiene Héctor, hermano del extraordinario amigo Gilberto “Mochas”…terminal de los autobuses que garantizaba la venta de los helados y paletas, licuados y chocomiles…


   Por ello, Héctor no debe cargar con el juicio mal infundado, Teocelo y la sociedad lo conocen, carismático sigue siendo el “güero” Riveros, el jugador de fútbol, el experimentado policía, el que preocupado por su familia padeció la tortura para la confesión y sentencia…dedica a su familia, a su esposa que en 33 años ha soportado las angustias de su delicado y valiente trabajo, orgulloso de Héctor y Karla, sus hijos que se sacrificaron pero sobre todo, enfrentaron la situación que padecía su señor padre…


Son profesionistas, valiosos para la sociedad, para quienes les digo con la mayor sinceridad que pudiera expersarles:


   Señora, Héctor y Karla…tiene un buen esposo, tienen un excelente y honesto papá.

 
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