Así le llama el Presidente al ex Director de Pemex cada vez que lo menciona en alguna conferencia. De ninguna manera le dice “sujeto”, “individuo”, “presunto delincuente”, “corrupto”, “neoliberal”, conservador”, “traidor a la Patria”, o simplemente “esta persona”, es el “señor Lozoya”, y punto.

Intuyo que el ex Director de Pemex merece respeto, (en la óptica de López Obrador), porque revelará la supuesta forma en que cometió delitos en compañía de otros ex funcionarios, situación que al oficialismo podría caerle como “anillo al dedo” rumbo a las elecciones del 2021.

Creo no haber escuchado que el Presidente se  refiera a Rosario Robles como “la señora Robles”, o a “El Marro” como el “señor Yépez”, (si en algún momento se ve en la necesidad de hablar sobre ellos); sin embargo, el hecho de que Lozoya “suelte la sopa” pareciera darle la categoría de “señor”.

Aunado a esto, en casi todas las ocasiones sobre el tema “Lozoya”, el Presidente ha adelantado los pasos que la Fiscalía General de la República realiza. De hecho, en “las mañaneras” aborda algunas revelaciones que en estricto sentido no debería saber él, si es que respetara la autonomía de la FGR.

Además, no podemos negar que hasta el momento sólo hemos visto concesiones a Lozoya, pero ninguna ganancia clara sobre los temas que supuestamente sabe. El Fiscal Gertz Manero apostó “sus canicas” con este ex peñista, y para que la opinión pública vea resultados, deberán pasar algunos meses, situación que bien podría mermar la imagen que pretendían con este caso.

Hasta el momento, el trato “a cuerpo de rey” para quien se mantuviera prófugo de la justicia durante 9 meses, resulta caricaturesco y quizá ofensivo, tomando en cuenta que los únicos datos que supuestamente ha brindado se conocen por trabajos periodísticos, y no a través de alguna vía oficial, situación que resulta lógica, tomando en cuenta los tiempos de la justicia.

Lozoya permanecerá como símbolo de impunidad hasta que la opinión pública no conozca sus secretos, y de esta manera compruebe que las concesiones otorgadas a su persona valieron la pena, incluyendo el trato de lujo en un hospital VIP, a costa del presupuesto federal.

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