Vimos al gobernador Cuitláhuac Jiménez García, en compañía de sus colaboradores del gabinete, en algún lugar de las faldas del Cofre de Perote, plantando en una cepa, un pino. Se nos informó que esta acción forma parte de un plan de reforestación del Cofre de Perote.
De inmediato nos remontamos a los tiempos del gobernador Rafael Hernández Ochoa, otro de los grandes políticos que hemos tenido con una gran visión sobre la importancia de conservar nuestro entorno ecológico, quien al inicio de su gestión organizó algo semejante, pero con mayor presencia social para acompañarlo y participar en el inicio de una jornada de reforestación del Cofre de Perote, desde el alto Pixquiac, donde arrancó esta importante jornada.
Ahí estuvimos un buen número de periodistas, representantes de las organizaciones políticas y sociales y los integrantes del gabinete.
Llegamos a el Alto Pixquiac a las siete de la mañana con un frío terrible y ahí nos esperaba don Rafael, con su pantalón de dril café oscuro y su chamarra de piel al estilo Echeverría, acompañado por tres de sus inseparables colaboradores: Francisco López Lara, Guillermo Héctor Zúñiga Martínez y el delegado de la secretaría de Agricultura, el ingeniero Ángel Vergara Castillo.
Un par de mesas enormes de tablones, tres mujeres de campo listas para comenzar a echar tortillas en comales de barro alimentados con carbón, unos personajes que tenían aspecto de nacateros porque daban chaira a sus cuchillos para comenzar a destazar las reses que ahí estaban en canal, unos molcajetes rebosantes de salsa macha, unos jarros con café bien caliente que nos ofrecieron de inmediato para calmar un poco la helada, y tremendas ollas de barro con frijolitos recién cocidos con su ramita de epazote, fue lo primero que encontramos.
Cuando ya estaban todos los invitados, don Rafa hizo uso de la palabra para dar la bienvenido a los enfriados asistentes, y enseguida cedió el uso de la palabra al ingeniero Vergara Castillo, quien se encargó de ilustrarnos sobre la importancia que revestía iniciar, continuar y concluir una jornada de estas con miras a convertir la zona en importante productor de madera, con un sistema de explotación del recurso forestal racional que convirtiera, con el tiempo, a los campesinos en prósperos empresarios madereros… Pero ¿eso es posible?.
Del Cofre de Perote bajaba toda el agua que en Xalapa se consumía, junto con otros municipios aledaños. Si había bajado el caudal era porque talamontes, como Raúl González Yañez, se habían dedicado a talar de manera criminal, para explotar los enormes recursos maderables que ahí encontraron (se hicieron millonarios). Esos talamontes que contaron con la complicidad de las autoridades montaron aserraderos en los alrededores del cofre y por un buen tiempo se dedicaron a derribar cuanto pino encontraron, sin reponer uno solo, de tal forma que talaron más del setenta por ciento del bosque lo que puso en peligro a municipios como Xalapa para que siguieran gozando del agua que producía esa zona y en extinción un importante pulmón para todos los municipios que le rodeaban.
Todo quedó en un buen intento
Aquel día se iniciaba una importantísima tarea: tratar de recuperar la ecología que otros, por intereses mezquinos habían destruido, valiéndoles madre el daño que con esto estaban provocando, como que al poco tiempo municipios como Xalapa se quedaran sin agua.
El ingeniero Vergara llevaba un proyecto muy interesante que consistía en convertir esa zona, el valle y Cofre de Perote, en una zona de explotación de madera. Los pinos que fuimos a sembrar (cientos) se podrían talar con los años de manera ordenada, racional y cíclica, más o menos en quince años; y por cada pino que se cortara (maduro) se establecía el compromiso de sembrar dos, de manera que en la primera “cosecha” los campesinos beneficiarios tendrían suficientes ganancias para hacer de esto un círculo virtuoso, como pasa en los productivos bosques canadienses.
El grave problema es que en esa zona los campesinos vivían del cultivo de la papa y… de otra cosa que es el enemigo número uno de la reforestación, que es el pastoreo de borregos que consumen todo lo verde que se asoma en la tierra, con lo que los pinos recién sembrados no tienen ningún futuro. Los que sembramos ese histórico día no sobrevivieron una semana vaya, los hambrientos borregos dieron cuenta de ellos.
¿Qué faltó para convertir en aquellos tiempos al cofre de Perote en una zona productora de maderas finas, de pino para arriba?... ofrecer a los humildes campesinos una alternativa de ingresos distinta al pastoreo. Pero el día en que estuvimos ahí con el gobernante y sus colaboradores, con representantes de la sociedad civil, sembrando y escuchando las dramáticas explicaciones del ingeniero Vergara, terminamos engullendo unas deliciosas carnes asadas con tortillas recién hechas, unas salsas machas, buenas para disminuir el frío, engullendo en unos platos hondos de barro con frijolitos de olla recién hechos, con epazotito, y punto, convencidos de que el gobierno ofrecería a los campesinos una alternativa distinta al pastoreo para permitir que los pinos crecieran, maduraran y pudieran ser talados cuando eso fuera posible sin ocasionar daño a la ecología porque detrás de ellos venía otra generación en pleno crecimiento y así, pero resulta que no fue posible.
Esperemos que este gobierno “del cambio” tome en serio una tarea de estas y rescate, por fin, lo que es posible recuperar para convertir esa zona en un páramo forestal del cual puedan vivir, decorosamente, decenas de familias y, Xalapa, junto con otros municipios vuelvan a contar con agua suficiente proveniente del Cofre de Perote.
Eso sí sería un auténtico cambio para bien de miles de veracruzanos. Estamos hablando de un proyecto serio, no de una ocurrencia, de un trabajo factible que solo requiere de la voluntad política para su realización. Esperemos.
REFLEXIÓN
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