Los números oficiales en México –por no hablar de las estimaciones que se van al triple- no dejan lugar a dudas sobre la situación. Tras el ajuste en el método para contabilizar contagios y fallecimientos aplicado por la Secretaría de Salud a principios de este mes, las cifras se dispararon –prueba de que la anterior metodología era por lo menos engañosa e insuficiente- y en este momento se registran un total de 860 mil 714 personas infectadas por SARS-CoV-2, de las cuales cinco mil 788 se reportaron solo este martes 20 de octubre.
El número de muertos reconocido por las autoridades es de 86 mil 893. Una cifra pavorosa que, sin embargo, será todavía peor. Las estimaciones de defunciones por la pandemia en México, entre confirmadas y sospechosas, ya superan las cien mil, a las que de cualquier forma se espera arribar en cifras oficiales para fines de año. En el estado de Veracruz se reportan 36 mil 44 casos confirmados, así como cuatro mil 780 fallecimientos a causa de esta enfermedad que algunos todavía insisten en calificar como “inexistente”. Varios de ésos han sucumbido tras adquirirla.
Un desastre por donde se le quiera mirar que es responsabilidad de las autoridades que tienen en sus manos la facultad de tomar decisiones y gobernar con el ejemplo. Pero poco se puede esperar de quienes desde un principio se negaron a adoptar medidas de prevención tan sencillas como utilizar un cubrebocas, que andan besuqueándose en espacios públicos en medio de la emergencia y que sus preocupaciones más trascendentes se limitan a quién va a ganar la serie mundial del béisbol estadounidense, mientras desfondan la ciencia y la tecnología que, paradójicamente, es de donde tendrá que surgir el remedio que detenga la pandemia.
Pandemia que, por lo menos en México, jamás se “domó” y que, en consecuencia, no está “rebrotando”. Nunca se ha ido.
Impuestos a internet y telefonía móvil
Pero por si no bastase el desolador escenario de salud, al régimen de la falsaria “cuarta transformación” se le hizo fácil aprobar nuevos impuestos a los concesionarios de internet y telefonía móvil, lo que de inmediato provocará un incremento en las tarifas a los usuarios.
Ahora habrá que pagar más por el internet que ocupamos obligadamente para trabajar a distancia y para la educación de niños y jóvenes, y por las plataformas de telefonía que sirven para llevar a cabo estas mismas tareas en tiempos de confinamiento.
No tienen madre.
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