El pasado 19 de noviembre el Senado de México aprobó la Ley general para la regulación del cannabis, es decir, la despenalización de la marihuana para usos recreativo, científico, médico e industrial. Esto, después de que en 2019 se hiciera jurisprudencia, a partir de un amparo a favor de cinco ciudadanos que lo promovieron argumentando que la ley en la materia violentaba sus derechos. Ahora deberá pasar por la Cámara de Diputados para su aprobación antes del 15 de diciembre del presente año y, si no pasa algo extraordinario, así será.

Existen muchas dudas sobre si esto es algo bueno o no, pero también hay incertidumbre en qué significa dicha regulación. Y no es para menos, en un país en donde el estigma social hacia los consumidores sigue vigente, mayormente por ignorancia y tabús sobre las consecuencias del consumo de las mismas.

En resumen, se aumenta la cantidad de cannabis que un ciudadano puede portar, pasando de 5 a 28 gramos; se autoriza su consumo en áreas específicas, no en vías públicas, áreas de trabajo ni cerca de menores de edad; sólo la pueden consumir mayores de edad; se permite su cultivo en casa; se legaliza su consumo personal de forma recreativa y se abre la puerta de la industrialización del cáñamo.

Ahora bien, uno de los problemas con esta Ley es que no se despenaliza de manera literal, sino que se busca regular sus usos de manera gradual. Por y para ello se creará el Instituto Mexicano para la Regulación y Control del Cannabis, como lo dice su nombre, se pretende controlar de ciertas maneras el consumo de dicha droga. La Ley mencionada contempla castigos en caso de que se infrinjan ciertas restricciones, como lo son las cantidades de portación y cultivo, así como los espacios de consumo. Dichas penas van desde meras faltas administrativas hasta varios años de cárcel.

Desde mi punto de vista, hay avances, pero aún falta. Citando al premio Nobel en Economía, Milton Friedman; «si en principio está bien que el gobierno diga que no debemos consumir drogas porque nos pueden dañar, ¿por qué no sería correcto que nos diga que no debemos comer demasiado porque nos puede dañar? ¿Por qué no sería correcto que nos diga que no hagamos paracaidismo porque nos podemos matar?». La libertad de tomar nuestras decisiones es lo que nos ayuda a crecer y progresar como individuos y como sociedad.

Es necesario entender que la legalización de las drogas favorece a eliminar el mercado negro, es decir el narcotráfico. Además, ayuda a eliminar la estigmatización de quienes las consumen, por lo que las adicciones podrían ser tratadas de manera libre y abierta, lo que eventualmente ayudaría a reducir severamente la cantidad de adictos. Otra ventaja de la despenalización total de las drogas (todas) es en materia económica y de seguridad, pues no es un secreto que las leyes prohibicionistas sólo generan conflictos.

Basta con recordar la famosa Ley Seca que pegó fuertemente en los Estados Unidos en la década de los 20’ y hasta 1933. En donde la prohibición total del alcohol provocó guerras sangrientas entre cárteles que controlaban el mercado negro de dicha sustancia. Pues el mercado no ve leyes, sino oportunidades de progreso y, al existir restricciones, sólo a quienes no les interesa el bienestar social les beneficia. Pasa lo mismo con los cárteles de droga en la actualidad, aprovechan las restricciones para controlar el monopolio de este mercado, sin obviar las guerras violentas que azotan a nuestro país a causa de buscar controlar dicho monopolio.

Así pues, no podemos hablar de progreso, pero sí de un avance. De los impuestos y de la forma en la que el gobierno se beneficia de esto, lo abordaremos en otra ocasión. Mientras, ojalá que esto ayude a la población mexicana a entender mejor el tema y a que, en un futuro no muy lejano, la legalización de las drogas, las armas y de cualquier otro servicio o producto que pueda ser comercializado, sean una realidad y puedan hacerse en plena libertad.

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