Los resultados que se presumen en los discursos oficiales no se perciben en la cotidianeidad. No hay indicadores de bienestar para la gente, y la deuda social sigue creciendo en asuntos de violencia, pobreza, educación y salud; los pobres son cada vez más pobres y lo más grave es que se les hace dependientes de dádivas que no sabemos para cuánto tiempo alcanzarán. La ruta que se está llevando sólo aumenta la incertidumbre en la población. Vivimos tiempos de obscuridad”.
El gobernador llega con bajo índice de aprobación (un promedio de 30 sin alcanzar 40 por ciento) y su gobierno con serios reveses legales, el más significativo la caída de su Reforma Electoral adosada por un comentario del presidente Andrés Manuel López Obrador de que su gobierno no es serio.
La respuesta que dio AMLO el jueves pasado en su conferencia mañanera a la afirmación del secretario de Desarrollo Social, Guillermo Fernández Sánchez, de que tiene documentado que con mil pesos una familia puede llenar su despensa entre diez y quince días no solo fue un descalificativo para el funcionario sino para quien lo puso y lo sostiene.
“No, no, no. Me recordó al secretario de Hacienda de Calderón, que dijo algo parecido. No sé si fue Ernesto Cordero, sí. Pero ya eso ya, no, no, no. No es serio eso”.
Desacreditó al secretario de Cuitláhuac, por lo tanto, en sentido metonímico, por ejemplo, del tipo del continente por el contenido, desacreditó al propio gobernador y a su gobierno. Tiene un funcionario que no es serio. Luego entonces, el gobierno de Cuitláhuac no es serio. Lo dijo urbi et orbi (a todo el mundo), a micrófono y cámara abiertos. Primero dice que es honesto y lo sube a las nubes, luego matiza que no es santo ni perfecto, lo baja, y ahora indirectamente lo critica, le hace un señalamiento: tienes un funcionario que no es serio. Al buen entendedor, pocas palabras.
En los gobiernos priistas, a los que tanto imitan y de la peor forma, un funcionario que hubiera sido desacreditado por el Presidente, por pudor político hubiera presentado su renuncia de inmediato; o el gobernador le hubiera indicado que dejara el cargo porque dañaba la imagen de la administración. Con el gobierno actual, como decía Duarte, no pasa nada.
Mañana, cuando inicie el tercer año de su ejercicio, llevará colgando la rémora de un secretario que, según palabras del propio Presidente, no es serio. Ante los veracruzanos quedó desacreditado. ¿Alguien lo tomará en serio, le creerá?
Pero los reveses legales que está sufriendo el gobierno un día sí y otro también dejan la imagen de un grupo en el poder sin preparación. Lo están pagando caro, así como su inexperiencia, haber impuesto a amigos y a familiares, aunque no tuvieran ni cubrieran los perfiles para los cargos que se les dio. Dos años después no acaba la curva de aprendizaje. Están aprendiendo echando a perder, aunque lo grave y preocupante es que las consecuencias las pagan Veracruz y los veracruzanos y los costos son altos.
En dos años llevan una mancha imborrable, que empañó la imagen del Poder Judicial: la intromisión y violación a su autonomía imponiendo en forma descarada a una presidenta del Tribunal Superior de Justicia, quien de simple secretaria de acuerdos de una sala civil, sin nunca haber dictado una sentencia, pasó a magistrada el 14 de octubre de 2019 y, apenas unos días después, el 19 de diciembre del mismo año, fue impuesta por dedazo como titular del Poder Judicial, para, finalmente, diez meses después defenestrarla y por la fuerza y con amenazas (denunciadas por ella misma) echarla del cargo, con el ribete de que ahora pretenden llevarla a juicio político para enviarla a la cárcel.
En dos años acabaron con la autonomía de la Fiscalía General del Estado imponiendo como titular a una incondicional exempleada del propio gobierno cuyos resultados de su gestión dejan mucho que desear y muestra la misma ineficacia de la que tanto acusaron a su antecesor, si no es que más. Criticaban que Winckler era empleado de Yunes. Ahora, Verónica lo es de Cuitláhuac. Y así con los demás, supuestamente, organismos autónomos.
El panorama que denuncia la Iglesia es el mismo que ve la población (como que son sus feligreses y están en comunión). No se ven ni cambio ni avance. Siguen viendo para atrás y como la mujer de Lot, que se narra en el evangelio de Lucas, se han convertido en un pilar o en una estatua de sal. “Yo no soy como Yunes. Yo no soy como Duarte” es el único argumento para tratar de justificar lo injustificable: la falta de resultados. Festinaron que el 2º Informe de Resultados iba a ser “bonito” cuando lo que se esperaba era un informe realista, por crudo que fuera, y el anuncio de soluciones. Se presume honestidad personal cuando eso es una virtud, una actitud personal, pero no una acción ni un resultado de gobierno.
No han asumido su plena responsabilidad. Los gobernantes son (o debieran ser) ellos. Los veracruzanos no quieren pretextos. Se suponía que llegaban para corregir y cambiar todo, para adecentarlo. Priva el nepotismo, denunciado por uno de sus propios diputados locales, quien dolido porque lo obligaron a que sacara de la nómina del Congreso a su hijo reveló que el suyo no era el único caso sino que había más, lo mismo en el Poder Ejecutivo que en el Legislativo y en el Judicial, lo que confirman empleados que saben, con nombres y apellidos, que cuando llegaron los actuales colocaron a la mamá o al papá, a la suegra o al suegro, a los hermanos, a los primos, a toda la parentela, en las diferentes dependencias aunque no tienen, en algunos casos, ningún nivel de estudios y ahora cobran sueldos de mandos medios (50 mil pesos mensuales, por ejemplo).
Sobre esto último, no será nada raro que en las ya próximas campañas electorales, candidatos o partidos de oposición exijan que la diputada federal y aspirante a la alcaldía de Xalapa, Dorheny García Cayetano, exhiba su acta de nacimiento, ante las versiones, surgidas de adentro mismo del Palacio de Gobierno o del Congreso local, de que es familiar muy cercano del gobernador, lo que explicaría su interés e insistencia en imponerla, lo que sería un caso más de nepotismo.
Las anomalías surgen por donde quiera. Como los casos de los subejercicios en el presupuesto de 2019, el retraso en la licitación y la entrega de obras en el mismo año, la devolución de recursos, como lo dio a conocer la Auditoría Superior de la Federación, y los repetidos préstamos, que aseguran que no es deuda, aunque se pagan fuertes intereses por ello, además de, por ejemplo, el desabasto de medicamentos para los niños con cáncer, la queja de los familiares de desaparecidos, y un largo etcétera.
Hay mucho desempleo, no se crean fuentes de trabajo, no se generan ni atraen inversiones, hay divorcio con los empresarios, no cesa ni cede la violencia y el número de víctimas, continúan los feminicidios, y otro largo etcétera.
Se supone que mañana 1 de diciembre, al iniciarse el tercer año de ejercicio, el gobernador pronunciará el mensaje de que relanzará su gobierno, de que hará cambios en su administración, de que dejará su sectarismo y abrirá las puertas de palacio a todos los sectores de la población, de que cesará el acoso a presidentes municipales (de MORENA incluidos), de que nos espera un ambiente de paz social y de tranquilidad. Se supone.
Luego de dos años de gobierno, nada que celebrar, ¿o usted cree que sí? |