La política en tacones.
Pilar Ramírez.
 

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¿Acostones o mochadas?
2016-11-09

Como si no tuviéramos suficientes calamidades en Veracruz, se dan a conocer las declaraciones del presidente de la Sala Regional Xalapa del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), Juan Manuel Sánchez Macías en una sesión del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana de Tabasco al que fue invitado a hablar sobre paridad de género.


            Sánchez Macías afirmó, y citaré extensamente porque su discurso no tiene desperdicio, que “las mujeres deben obtener cargos públicos y por su inteligencia y no por sus atributos físicos (…), que lleguen porque realmente tienen capacidad y no porque están bien buenas y tienen unas nalgas exquisitas (…), me duele que a la mujer se le permita llegar a cambio del acostón (…) pero muchas mujeres se andan acostando con el gobernador en turno, con dirigentes del partido o jefes de alguna dependencia para obtener el puesto (…) la corrupción para acceder a un trabajo también se da entre hombres, pero ahí es diferente, pues ahí es a través de una mochada, llegas o una parte del erario se va”.


            Lo más lastimoso del caso es que el magistrado hablaba en serio y desde su punto de vista estaba defendiendo los derechos de las mujeres. Vayamos por partes. Una mujer tiene derecho a ser inteligente y a tener capacidad, pero a no a ser bella porque irremediablemente pretenderá obtener los cargos por sus atributos físicos. Y será mucho peor si “está bien buena y tiene nalgas exquisitas” porque entonces no se salvará de ningún modo, su inmoralidad congénita y ancestral la llevará al acostón para obtener un cargo.


            A las mujeres “se les permite” llegar a los cargos a cambio de un acostón. ¿Quién se los permite? Naturalmente un hombre, pues los hombres son los que intrínsecamente y por mandato divino tienen el poder, por eso se convierten en gobernadores, dirigentes de partidos o funcionarios y están cándidamente dispuestos a padecer el acostón para darle a una mujer un poco del poder que tienen.


¿En el horizonte del magistrado hay hombres que no tienen poder? Por supuesto, pero los hombres, ah, con los hombres es muy diferente, porque ellos podrán ser corruptos pero no inmorales, ellos también aceptan o buscan cargos pero allí la moneda de cambio no es el sexo sino a cambio de muchas monedas que se convierten en mochada. Nunca el sexo, porque en el Olimpo, donde habitan los hombres y mujeres con poder, sólo las mujeres de nalgas exquisitas hacen trueques con el sexo, allí los hombres jamás intercambian entre ellos fluidos de ningún tipo, ni siquiera el sudor cuando juegan futbol.


Muchos lectores dirán, ¿a poco no es cierto lo que dice el magistrado?, ¿acaso no hay mujeres que acceden a las peticiones de quienes tienen los cargos para obtener uno? Claro, de menor rango que el del otorgante, pues tampoco se trata de que le haga competencia, aunque esté muy buena. Pues sí, esa es una realidad, pero el magistrado ¿no ha tenido tiempo de reparar en que esos casos son una representación clara de abuso del poder?, que a lo largo de años y años de concebir los cuerpos de las mujeres como objetos, se les puede pedir o exigir que lo den en uso si es que quieren tener un cargo. Porque cuando una de esas relaciones se da, son asimétricas, los hombres usan sus puestos, incluso los que no les confirió otro hombre a cambio de una mochada sino también los cargos de elección popular para obtener favores sexuales. Ya no hablemos de los casos numerosísimos en que no piden, sino exigen y arrebatan sólo por el hecho de tener el poder.


Es lamentable que un magistrado que debe ser garante del cumplimiento de la ley electoral, que determina la paridad de género en las candidaturas, muestre ese nivel de misoginia –y qué decir del nivel discursivo– para señalar con el dedo flamígero de la moralidad a las mujeres, pues en ningún momento parece haber responsabilidad del gobernador o los dirigentes partidistas, la culpa es de las mujeres que propician los acostones.


El magistrado también se refirió a que “muchos cargos otorgados a mujeres, se designan a esposas o hijas de líderes de partidos sin que exista una verdadera paridad de género (…) porque es la amante, la amiga, la prima, la hija, o la comadre del presidente del partido”. Quizá en previsión de que le vayan a comenzar a llamar #lordacostones o #lordmochadas, el magistrado informó que su hija trabaja en la Sala Superior del Tribunal Federal Electoral pero puntualizó que es por sus capacidades y no por su recomendación. Debemos suponer que de los acostones, cero, pues señaló claramente que tiene capacidad. Omitió aclarar si eso también elimina las mochadas.


ramirezmorales.pilar@gmail.com

 
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