La política en tacones.
Pilar Ramírez.
 

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Lugar 59
2016-12-07

Ante los desastrosos resultados del país en el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA por sus siglas en inglés) en ciencia, matemáticas y lectura: el lugar 59 de 72, con un puntaje (416) lejano del promedio de los países de la OCDE (492), el secretario de Educación, Aurelio Nuño afirmó que esto confirma la urgencia de la reforma educativa. ¿De cuál reforma educativa hablará el secretario? ¿De la Reforma Integral de la Educación Básica (RIEB) que se dio a conocer en agosto de 2011 en el acuerdo 592 durante el gobierno panista de Felipe Calderón? Porque esa reforma, después de cinco años y un diplomado de 120 horas que se impartió a una gran cantidad de maestros, según los resultados de PISA no ha representado reforma alguna, es más ni siquiera un pequeño cambio.


            ¿O se refiere a la reforma de la administración peñista de 2013 que realizó cambios constitucionales, a la Ley General de Educación, la Ley del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación y la Ley General del Servicio Profesional Docente? Esta reforma, que tiene poco de educativa y mucho de laboral, ha significado una profunda escisión entre la figura del maestro y la sociedad porque la negativa magisterial a aceptar que una evaluación punitiva y operada a contrapelo de históricos preceptos constitucionales como la no retroactividad en la aplicación de la ley sea el mecanismo idóneo para incrementar la calidad del sistema educativo provocó que las autoridades montaran una enorme campaña para señalar al magisterio con dedo flamígero como responsable del bajo desempeño académico del estudiantado mexicano. Con esto, quedó fracturada la colaboración entre familia y escuela porque socialmente se presentó al maestro como la figura que al rechazar la evaluación no quiere elevar la calidad educativa. Un monstruo que no se interesa por el bien de los niños.


            ¿O aludirá acaso al Modelo Educativo presentado este año? La propuesta pedagógica de la reforma educativa que llega dos años después de los cambios a un marco legal centrado en la evaluación docente.


            El secretario Nuño tuiteó que “En los últimos años no hemos visto mejoras significativas en #PISAMéxico, pero hoy tenemos una agenda clara para transformar la educación”. Se le olvidó especificar que la falta de mejoras ha sido en los últimos 15 años.


            Y lo de tener una agenda clara tiene muchos asegunes. Lo único que parece estar claro es la agenda política. Los cambios que anunció el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) para la evaluación docente en 2017 son la respuesta no sólo a las ácidas críticas de prominentes investigadores de la educación, al rechazo constante del magisterio y la movilización prácticamente permanente en que ha estado la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) hasta llegar a los hechos sangrientos de Nochixtlán, sino al efecto político que la protesta magisterial tendrá en los procesos electorales de 2017 y 2018. De pronto, la calidad educativa y el bienestar de los niños que tanto se llevó y trajo en los medios para buscar la aprobación social de la evaluación educativa como forma de presión hacia el gremio magisterial pueden pasar a segundo plano.


            Se decidió hacer más flexible la evaluación, eliminar su carácter punitivo y aunque sigue siendo obligatoria, los maestros decidirán en el término de cuatro años, cuándo desean ser evaluados. No se castigará a quienes no se presenten a evaluación pero no gozarán de los estímulos que supone un desempeño destacado. Todo esto sin decir cómo se hará seguimiento a los resultados de los maestros con calificación sobresaliente o insuficiente para saber si la evaluación tuvo alguna consecuencia positiva.


            ¿Cómo puede pensarse que realmente hay un rumbo claro para mejorar la educación cuando el modelo educativo se presentó casi inmediatamente después de los dos meses de consultas públicas? Del que varios especialistas han señalado que se trata de un documento que se hizo al más viejo –y pésimo– estilo burocrático del bomberazo para acallar las críticas.


            Se desoyen en cambio las recomendaciones de organismos internacionales que analizan tendencias y comparan indicadores. Es lastimoso que la inversión en educación y cultura no se incremente como se requiere y que dicha inversión se aplique inteligentemente tanto en infraestructura como en recursos humanos. No se ve que el gobierno tome la decisión de terminar de una vez por todas con la práctica de dar educación pobre a los niños pobres. Es cierto que la masividad de la educación puede representar un límite serio, pero no es justificable cuando se piensa en cuántos maestros, estudiantes y escuelas pudieron haber sido apoyados con los cuantiosísimos recursos sustraídos, desfalcados, desviados, triangulados o simplemente robados por los innumerables funcionarios deshonestos que van desde los escandalosos casos de gobernadores y exgobernadores hasta el más modesto puesto público que se aprovecha para obtener ilegítimamente dinero o beneficios que se le restan a la educación.


            Sólo queda preguntar: ¿esa agenda clara estará ahí para responder a los siguientes resultados de PISA?


 


ramirezmorales.pilar@gmail.com

 
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