La política en tacones.
Pilar Ramírez.
 

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Mara
2017-09-20

Una vez más, y ya van miles, se estremece el país con el secuestro, violación y asesinato de una joven: Mara Castilla. En las redes sociales, una conocida feminista de Xalapa cuestionaba la dimensión mediática que alcanzó el caso, no por considerar que no deba suceder sino porque identifica cierto clasismo en el hecho de que el caso Mara Castillo haya adquirido esta resonancia, mientras miles de casos de otras jóvenes de bajos recursos, víctimas de feminicidio, sencillamente son ignorados por la población,  no trascienden a los medios, sólo entran en las estadísticas de los feminicidios como un caso más.


Hay razones para que el feminicidio de Mara Castillo tuviera tal atención de los medios. En primer término está involucrado el sistema de transporte Cabify reputado como muy seguro y contra el que se han quejado los taxistas establecidos de varias entidades. Es una oportunidad para los detractores de este servicio y otros como Uber.


Por otra parte, las autoridades se pusieron en la mira desde el momento en que se dio a conocer que durante 72 horas no habían realizado esfuerzo alguno por localizar al chofer que trasladó a Mara, sino que este se presentó voluntariamente a declarar, por lo cual es muy conveniente lanzar los reflectores sobre la empresa. Tan así, que el secretario general de Gobierno de Puebla anunció la cancelación del permiso a Cabify para operar en el estado.


La respuesta indolente de la empresa ha sido otro tema noticioso, pues el asesinato de Mara revela las letras pequeñas de los contratos de servicios. Cabify se quiere lavar las manos de la responsabilidad que indiscutiblemente tiene argumentando el legalismo  de que el servicio no se contrata directamente con ellos, sino que sólo son intermediarios por rentar el software que utilizan los choferes. Ahora, además, se agrega la empresa Uber que señala haber despedido al mismo chofer por conductas inapropiadas.


El hecho lamentable es que otra mujer falleció por ser mujer. Porque el código moral que pesa sobre nosotras parece prohibir que una mujer tenga derecho a ir de fiesta con amigos y, responsablemente, busque un modo seguro de llegar a su hogar después de haber ingerido alcohol.


¿Cuántos hombres diariamente toman taxis porque “se les pasaron las copas” y llegan de ese modo a sus casas? No necesariamente en Cabify o Uber. Simplemente toman un taxi. ¿Incidentes con ellos? Si los hay, muchos los narran, lo más común es que los taxistas abusen en el cobro del servicio o incluso que roben al usuario si va tan alcoholizado que ya no registra lo que está sucediendo. En general, no pasa de eso. Tampoco debería ocurrir, pero un hombre que “se fue de fiesta” no es castigado con la muerte, como sí sucede con las mujeres.


Si el asesino de Mara fue el chofer de Cabify, ella tuvo la mala fortuna de encontrarse con una persona proclive al delito, pero el riesgo del abuso es el mismo o mayor en los servicios de taxis comunes. De hecho, es en taxis normales donde han ocurrido una gran cantidad de agresiones  contra mujeres.


Una vez más se pone en evidencia que las autoridades han sido omisas en sistematizar la información sobre violencia contra las mujeres: dónde las agreden, quiénes, qué situaciones son las más recurrentes, para tomar medidas específicas. Si Uber hubiera informado a las autoridades que el chofer Ricardo “N” fue despedido y se llevara registro de estos incidentes (y hubiera una exigencia legal de que se hiciera) quizá no hubiera conseguido trabajo con Cabify. Pero sólo imaginemos la situación: Uber informa: ¿a quién? ¿dónde se registra? ¿qué efecto tiene esa información? ¿se toma alguna medida? Eso es lo que no sucede en nuestro país.


Si es clasista o no que el caso de Mara haya provocado tal indignación social, no me parece relevante, cada vez más se pone de manifiesto que la ola de violencia contra las mujeres está en aumento, cada vez hay más personas indignadas por ello y también es más notable lo poco que hacen las autoridades para prevenir esta violencia. Por eso las alertas de género no han dado los resultados que se esperarían. Que un feminicidio acapare espacios noticiosos está bien para visibilizar el problema. Ya hubo incluso pronunciamientos internacionales en contra de este hecho. Eso presiona a las autoridades de nuestro país.


El caso de Mara exige justicia, sí, pero también exige que se ponga a debate en la sociedad que no se puede seguir criminalizando a las mujeres por divertirse, por ser dueñas de su cuerpo, por decidir trasladarse solas en la noche. De hecho, ella actuó de manera responsable y buscó una forma segura de llegar a su casa, pero se enfrentó con que los irresponsables están en otro lado, trabajando como choferes, como ministerios públicos, como autoridades o como empresarios. Tan irresponsables como indolentes ante la violación de los derechos de las mujeres.


 


ramirezmorales.pilar@gmail.com

 
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