No se trata de ser malinchistas, pero es increíble observar ahora que casi comienza la Serie Mundial a los aficionados en los partidos de beisbol o en el futbol americano, compartiendo animados el disfrute de un deporte. En las mismas zonas, sin vallas, sin policías, cada quien con sus jerseys y apoyando sanamente, conviviendo al amparo de hotdogs o papas, sin importar quien gane o pierda… mientras que en México eso es casi impensable.
Lo sucedido este fin de semana en el estadio Alfonso Lastras en el que se desató la guerra campal entre aficionados del Atlético San Luis y del Querétaro, es de pena ajena. ¡Eso no es futbol! Eso es una sociedad irritada y sin educación alguna. Es increíble que en las gradas cientos de aficionados se pelean con palos y piedras apoyando a 22 jugadores de cancha a los que ni siquiera les importan.
No es posible que en México no pueda existir la menor civilidad; es indignante que las porras se conviertan en imbéciles pandilleros que coléricamente descargan sus frustraciones colectivas.
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